Página: Manuel García Peña

Manuel García Peña

Nacido en Beniel en 1921, Manuel García Peña llegó a Santomera de la mano de la familia Hernández-Ros Murcia, para la que trabajó como agricultor y capataz, motivo que le llevó a ser popularmente conocido como Manolo ‘del Jardín’. Fue, por encima de todo, un vecino respetado, dispuesto siempre a ayudar a quien lo precisara, sin condición alguna, e implicado en múltiples iniciativas sociales, como la Comunidad y Sindicato de Regantes o la Comisión Pro-Ayuntamiento.  En 1996 se convirtió en la primera persona en ser reconocida como Hijo Adoptivo de Santomera, lugar en el que falleció cinco años después. 

UN HOMBRE DE MADERA DE BOJ

Desde muy joven, Manolo ‘del Jardín’, nacido en Beniel en el seno de una familia humilde, debió fraguarse en la batalla de la vida. Eran tiempos difíciles y tuvo que ver cómo a su padre se lo llevaban en el camión solo por pensar diferente. A buen seguro, ese capítulo colaboró a perfilar su conciencia social y política.

A Santomera llegó de la mano de la familia Hernández-Ros Murcia. Tras toda una vida dedicada a las tareas agrícolas, unas veces como obrero y otras como administrador o capataz de fincas, murió estando al frente de las propiedades de aquella familia –en sus últimos años, apoyando en estas labores a su yerno Amadeo–.

Su vida familiar giró en torno Claudia, su mujer, que le dio tres hijos. La saga continúa con cuatro nietos que tienen a gala ser descendientes de esta gran persona. Fue diligente y nunca abandonó tampoco las tareas familiares, aunque en muchas ocasiones la intimidad de su casa se viera alterada por amigos y necesitados que recurrían a Manolo y a Claudia para cualquier tipo de ayuda. Sus puertas siempre estuvieron abiertas, y todos encontraron tras ellas, con un largo etcétera, la despensa, el consultorio médico, la oficina de papeles varios, la centralita telefónica o el consuelo y la mediación a una riña. Sabía cultivar la tierra y también la amistad, siempre por encima de ideologías y pareceres. Él entendía las relaciones sociales como nadie, pues, aunque un tanto tímido, estaba siempre abierto a echar una mano, se tratase de quien se tratase.

Su actividad social fue profusa, tanto en el barrio –era desinteresado suministrador de alimentos y otras ayudas para las monjas del Amor de Dios– como en el resto de Santomera y sus alrededores. Desempeñó numerosas labores en todo tipo de instituciones; entre ellas, en la Comisión Pro-Ayuntamiento, de la que fue incansable miembro. Y, por supuesto, en la Iglesia, pues era un católico convencido y convincente, devoto de ‘la Cama’, paso que durante décadas cuidó y arregló con su familia, como si de un tesoro se tratara –labor que dio su fruto con la Cofradía del Santo Sepulcro–.
La Comunidad y el Sindicato de Regantes fueron dos centros a los que dedicó gran parte de su actividad social, como al Casino, donde ocupó cargos con gran eficacia, sobre todo en lo referente a la tesorería –hablar de Manolo iba ligado a honradez y claridad en las cuentas–. Sus partidas en el Casino, cuando quedaba tiempo, y luego su bitter sin alcohol; o una bandeja de dulces de Carlos Onteniente para los domingos, al salir de misa, eran los lujos a los que aspiraba.

Por esto y por otras muchas cosas –pequeñas y grandes–, Manolo recibió en 1996 el título de Hijo Adoptivo de Santomera, haciendo honor a toda una trayectoria y a todo un ejemplo para las generaciones venideras. Humildemente pienso que personas como él unen a las gentes y hacen de Santomera un pueblo grande.

Artículo de opinión de Juan Francisco Nicolás, vecino de Manolo ‘del Jardín’, publicado originalmente en ‘La Calle’ número 122 (mayo 2013)

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