Antecedentes: primeros vestigios de ocupación
Las tierras sobre las que actualmente se extiende el término municipal de Santomera han estado habitadas desde muy antiguo. Los restos arqueológicos hallados en la Sierra del Balumba o el Cabezo de la Mina constatan que durante la Edad de Bronce ya acogió asentamientos argáricos (2250-1600 a. C., aproximadamente) y, posteriormente, también íberos, aunque todo hace pensar que Santomera únicamente fue luego lugar de paso para pueblos invasores como fenicios, griegos, cartagineses o romanos –estos últimos llegaran a explotar una vieja mina de cobre–. Eso explicaría por qué el nombre del pueblo no aparece escrito hasta 1272, a colación del reparto de tierras que Alfonso X el Sabio hizo entre los castellanos y sobre todo los catalanes que le apoyaron en la reconquista del Reino de Murcia. No obstante lo cual, su situación fronteriza entre los reinos de Castilla y Aragón determinó que la evolución del antiguo caserío fuera lenta y tardía, siendo todavía en el siglo XV tributaria de la iglesia de Beniel.
Ya en el siglo XVI, gracias a la intensificación de la actividad minera, se produce un destacado crecimiento que convirtió a Santomera en uno de los términos más poblados del Reino de Murcia. Una vez agotada la riqueza minera (s. XVIII), llegaría la explotación agrícola y las buenas cosechas se seda, aceite, pimientos de bola u hortalizas colocaron a la población en un lugar destacado dentro de la economía murciana. Muestra de ese progreso es que en 1785 se convirtió en población con alcalde pedáneo, figurando como lugar de realengo. En 1794 consiguió segregarse de la jurisdicción eclesial y comenzó a disponer de vicaría con cura propio. Para entonces, hace más de doscientos años, Santomera y sus anexos sumaban 272 vecinos y alrededor de 1.360 habitantes –según el Censo del Marqués de la Ensenada, de 1771, Santomera contaba con 150 vecinos, El Siscar, con 74, el Azarbe Mayor, con 30, y Cobatillas la Vieja, con 18; con una media aproximada de cinco habitantes por la vivienda de cada vecino–.
Tras la Constitución de 1812, promulgada por las Cortes de Cádiz, Santomera contó por primera vez con concejo propio, aunque aquella aventura duró apenas un año a consecuencia del regreso de Fernando VII. Con la llegada del Trienio Liberal (1820-1823), el municipio volvió a constituirse en independiente, así como posteriormente, de 1836 a 1848; sin embargo, el absolutismo del monarca, primero, y las dificultades planteadas por el Ayuntamiento de Murcia, después, terminaron forzando su supresión.
El germen segregacionista
El deseo de la independencia municipal se mantuvo vivo a lo largo de las generaciones desde que despareciera el Ayuntamiento en el siglo XIX. Hubo intentos en la dictadura de Primo de Rivera, se volvió a promover durante la Segunda República y también se realizaron gestiones en años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil (1941-1943). Las voces que reclamaban aquella ya vieja reivindicación permanecieron calladas durante el resto de la década de los cuarenta, seguramente por el temor a disidir públicamente del recién instaurado franquismo y su política de centralización. Ese silencio comenzó a romperse en 1950 mediante artículos publicados tanto en antiguos libros de fiestas como en la prensa regional de la época, firmados o basados en las declaraciones de diversas personalidades del municipio que defendían las bondades de una mayor autonomía local y que afirmaban exponer el sentir general de los pueblos de Santomera, El Siscar y La Matanza.
En 1961 se produjo una nueva tentativa, aunque con la más humilde aspiración de que Santomera se convirtiera en una entidad local menor, máxima condición que el Gobierno capitalino estaba dispuesto a conceder. Aquel intento, encabezado por el pedáneo Mariano Artés Borreguero resultó fallido por la falta de una comisión que colaborase de forma permanente en el proceso, por la falta de implicación de vecinos ajenos al Movimiento y porque el pueblo no terminó de entender qué era eso de «entidad local menor».
Sin embargo, ese antecedente aportó importantes enseñanzas y facilitó que la causa volviera a coger fuerzas. Apenas un año después de iniciar su segundo mandato como alcalde pedáneo, Manuel Campillo Laorden aglutinó en torno al Movimiento, único órgano político capaz de llevar a buen puerto una empresa de esa envergadura, a un grupo de vecinos con distintas sensibilidades. Así, el 12 de diciembre de 1965 se constituyó la Comisión Pro-Entidad Local Menor, en la que le acompañaban Juan Soto Forca, José González Laborda, Andrés Alcaraz Izquierdo, Antonio Fernández Sanz, Sebastián Arques Pellicer, Francisco Rocamora Nohales, Francisco Soto Pérez, Juan Meseguer Lechuga, José González González, Rosendo Abellán González, Carmelo Mateo López, Fernando Luis Cánovas Candel, los hermanos Juan y Ángel Muñoz Pérez (en representación de Cobatillas y La Matanza) y Fernando Muñoz Cámara (de El Siscar). Se dividieron el pueblo por sectores para recabar el presupuesto y las firmas vecinales, pero todo se desmoronó debido a la dimisión en el cargo de Manuel Campillo.
La Comisión Pro-Ayuntamiento
No funcionó, pero la experiencia encabezada por Manuel Campillo dejó marcados los pasos a seguir. Los retomó José María Sánchez Laorden cuando comenzó su alcaldía pedánea; apenas unos meses después de acceder al cargo ya había logrado sumar la colaboración de las personas que el 22 de noviembre de 1967, en una reunión celebrada en el Círculo Cultural Agrícola, constituyeron la Comisión Pro-Ayuntamiento. Se trataba de vecinos de muy distinta ideología, lo que a la postre se demostró como un gran acierto, porque facilitó la captación de casi toda la población. Sus nombres: José María Sánchez Laorden, Fernando Luis Cánovas Candel, Pedro Campillo Candel, Manuel García Peña, Pedro Artés Borreguero, Francisco Soto Pérez, Juan García González, Francisco Sánchez González y Ángel Nicolás Coy. Se inició un exhaustivo proceso para recabar más apoyos, datos y fondos que sufragaran los gastos, mientras se iban incorporando más personas: Octavio Carpena Artés, Antonio López Peréñez, Jesús Belmonte Sánchez, Pedro Sanz Egea, Nemesio Cámara Pardo, Antonio López Martínez, Vicente Candel González y Pedro González Artés. De ese modo ya estaban perfectamente representados los tres núcleos de población principales que una década más tarde terminarían formando el nuevo municipio: Santomera, El Siscar y La Matanza.
La Comisión Pro-Ayuntamiento trabajó con ahínco en la elaboración de un expediente de segregación sólido que demostrara el deseo y la capacidad del pueblo para convertirse en municipio, apoyándose en los requisitos que marcaba la ley en cuestión de población, territorio y riqueza. Y comenzó los contactos al respecto con Murcia y, gracias a las influencias de Octavio Carpena, también en Madrid. El expediente fue presentado ante el Ayuntamiento de Murcia el 22 de diciembre de 1971, aunque las intencionadas trabas burocráticas planteadas desde la capital retrasaron su discusión hasta el 8 de mayo de 1972, fecha señalada: la del conocido como ‘Pleno de las Pajareras’, en alusión al gran número de santomeranos que por primera vez llenaron el anfiteatro destinado al público en el salón de plenos del Ayuntamiento de Murcia.
También se recuerda aquel día como el del ‘archívese’, porque con esa lapidaria conclusión resolvió la cuestión la Corporación capitalina. Se adujo para ello la «falta absoluta de capacidad financiera del pretendido nuevo municipio, por cuanto, calculados los gastos e ingresos previsibles de la futura administración, no podrían garantizar el mantenimiento de los servicios públicos indispensables». La denegación del Consistorio murciano produjo una profunda indignación.
Del 'archívese' a la independencia
El recurso de queja de la Comisión Pro-Ayuntamiento fue llevado hasta el ministro de Gobernación, Garicano Goñi, que declaró ilegal y nulo el acuerdo municipal murciano argumentando que solo el Consejo de Ministros podía resolver el expediente con carácter definitivo. Se ordenó entonces la revisión y finalización completa del expediente presentado. Entre tanto, el alcalde de Murcia, Clemente García, intentó minar la unión de Santomera con El Siscar y La Matanza prometiendo mejoras en los servicios de estas dos últimas localidades. Pensó que ofreciendo beneficios a las partes menos comprometidas con el proceso conseguiría dejar a Santomera sola, pero su estrategia no funcionó.
Llevado el expediente de nuevo al Ayuntamiento de Murcia, de aquí pasó a la Diputación Provincial el 13 de junio de 1973, que debía emitir un informe y remitirlo al Gobierno Civil junto al expediente. Desde ahí, el sumario fue enviado al Ministerio de la Gobernación de Madrid el 7 de noviembre de 1974, pero en enero de 1975 fue devuelto a Murcia para que se completara con nuevos informes y se subsanaran los defectos observados. Los años pasaban y los trámites avanzaban, pero muy lentamente; tampoco era de extrañar, dado que todo aquello coincidió con la Transición y los asuntos locales quedaron eclipsados por los grandes cambios en la política nacional. El 12 de diciembre de 1977, el expediente salió definitivamente del Gobierno Civil para terminar llegando hasta el Consejo de Estado.
La movilización para conseguir su aprobación fue total. Representantes de los partidos políticos –Franco ya había fallecido– y la Comisión Pro-Ayuntamiento, apoyados por sindicatos y asociación de vecinos, viajaron a Madrid en junio de 1978 para mostrar su uniformidad de criterio. Por otro lado, personalidades como Octavio Carpena, Fernando Luis Cánovas o el sacerdote Calixto Carrasco Rioja –que había sido párroco en Santomera y era entonces confesor de Oriol y Urquijo, presidente del Consejo de Estado– emplearon sus influencias para que la cuestión saliera adelante o fuera al menos estudiada con justicia. En una primera sesión, el letrado del Consejo de Estado encargado de realizar el informe realizó una exposición negativa de la segregación de Santomera; pero entonces el presidente decidió levantar inesperadamente la sesión, antes de la votación. En la segunda sesión, la votación resultó favorable. En su informe, remitido el 6 de julio de 1978 al ministro de Interior, traslada el acuerdo para la constitución del municipio de Santomera, ratificada por el Consejo de Ministros dos meses y medio después: el 29 de septiembre de 1978.
La consolidación del Ayuntamiento
Santomera ya había sido declarado como el municipio número 44 de la Región de Murcia. La histórica aspiración se vio por fin realizada, desatando el júbilo entre la vecindad, que lo celebró por todo lo alto, coincidiendo además con las fiestas patronales. Pero había que seguir trabajando, había que poner en marcha el recién creado municipio. Para ello, el 20 de diciembre de 1978 se constituyó la Comisión Gestora, compuesta por las nueve personas que ya se adelantaban en el expediente de segregación y presidida por José María Sánchez Laorden.
Este órgano se encargó durante tres meses, hasta el 3 de abril de 1979, fecha de las primeras elecciones municipales, de acordar las transferencias de servicios con el Ayuntamiento de Murcia. También, entre otras cuestiones, de nombrar a los primeros empleados municipales, como el secretario Antonio Martínez Blanco; de supervisar el deslinde del término; de conseguir subvenciones y préstamos que permitieran dar los primeros pasos; de promover la rehabilitación de la Casa del Médico, inaugurada como primera sede del Ayuntamiento el 28 de marzo; de aprobar ordenanzas fiscales y el anteproyecto de presupuestos para 1979, que ascendía a 32.752.004 pesetas (alrededor de 197.000 euros); o de organizar las elecciones municipales.
La Corporación saliente de aquellos comicios eligió alcalde a Pedro Campillo Jiménez, aupado por el pacto entre el PSOE y el PCE. Aquel equipo de Gobierno afrontó el reto de demostrar que todos los esfuerzos segregacionistas habían merecido la pena. Y cumplió: en solo unos años, el municipio contó con calles asfaltadas, una nueva Casa Consistorial, jardines, auditorio, grupos escolares nuevos, espacios para la práctica deportiva, cuerpo de policía, funcionarios municipales… Santomera, efectivamente, demostró ser un municipio con población, riqueza y territorio suficiente para administrarse mejor de manera independiente. Y, casi medio siglo después, lo sigue haciendo.
Los datos históricos aquí reflejados han sido tomados en su mayoría de la investigación realizada por Cristina González Gómez y José Antonio Campillo Villanueva (‘Historia de la segregación del municipio de Santomera’, 1998); puedes leerlo íntegro aquí o en su versión reducida haciendo clic aquí.
Siete alcaldes en democracia
Desde la constitución del Ayuntamiento de Santomera, el 29 de septiembre de 1978, el municipio ha contado con seis alcaldes y con una alcaldesa. El primero de ellos fue Pedro Campillo Jiménez, que tras las elecciones del 3 de abril de 1979 logró sumar el apoyo de siete de los trece concejales con que contaba entonces la Corporación: los cinco de su partido, el PSOE, más los dos que obtuvo el PCE. Campillo se mantuvo en el mando durante dieciséis años, convirtiéndose en el regidor que más tiempo ha estado en el cargo hasta la fecha.
Campillo decidió no presentarse a la reelección en los comicios de mayo de 1995, que se resolvieron por el resultado más ajustado posible: el PP, encabezado por Antonio Bernal Asensio, ganó por solo un voto (2.687, frente a los 2.686 conseguidos por el PSOE). Pero, sorprendentemente, en el Pleno de investidura los seis concejales socialistas dieron su apoyo al candidato de IU, Ambrosio Andúgar Martínez, quien se convirtió en el segundo alcalde de Santomera. Su gobierno resultaba sin embargo demasiado débil, motivo por el que renunció a un puesto en el que estuvo poco más de dos semanas: del 7 al 24 de julio. Fue sustituido por Antonio Bernal Asensio, que ocupó la Alcaldía de Santomera hasta las siguientes elecciones municipales.
El 13 de junio de 1999, Santomera votó para renovar su Corporación municipal, que pasó a estar compuesta por diecisiete concejales. El PSOE, con José Antonio Gil Sánchez al frente, se recuperó y volvió a ser la fuerza más respaldada, con nueve concejales por ocho del PP. El maestro siscareño gobernó con mayoría absoluta durante ese mandato y durante el siguiente, tras los comicios de mayo del 2003, que se saldaron con idéntico resultado en cuanto al reparto de ediles y con un reparto en el porcentaje de votos casi calcado al de cuatro años antes.
Gil no pudo sin embargo reeditar sus dos éxitos previos y su candidatura quedó como la segunda con más apoyos en las elecciones de 2007. José María Sánchez Artés dio un vuelco a la situación política local logrando que el PP sumara los nueve concejales que determinan la mayoría absoluta. Lejos de desgastarse, Sánchez Artés vio reforzada su posición en la siguiente convocatoria, mayo de 2011: incrementó el número de respaldos, pasando de nueve a diez concejales, frente a seis del PSOE y uno de Alternativa por Santomera, plataforma entonces debutante.
El PP fue de nuevo la fuerza más votada en las municipales de 2015. Sin embargo, sus siete concejales no fueron suficientes para impedir el pacto entre el PSOE (cinco concejales) y Alternativa (4), primero de investidura, durante un año, y posteriormente de gobierno (completó el Pleno, con un edil, Ciudadanos). Inma Sánchez Roca se convirtió así en la primera alcaldesa de Santomera y en la regidora más joven de la historia en la Región. En los comicios municipales de 2019, el PSOE reforzó su posición hasta sumar siete concejales, frente a los seis del PP, los dos de Alternativa y los aportados por VOX y Ciudadanos. Sánchez Roca fue reelegida como alcaldesa en primera votación, con nueve votos, para que el PSOE afrontara un nuevo mandato, esta vez en minoría.
Tras ocho años de gobierno socialista, las elecciones municipales celebradas en 2023 depararon, de nuevo, un cambio de signo político. El popular Víctor Martínez Muñoz, que venía de haber sido diputado regional, portavoz de su grupo en la Asamblea y secretario general de la Consejería de Agua, Agricultura, Ganadería, Pesca y Medio Ambiente, se impuso con enorme claridad en los comicios y fue proclamado nuevo alcalde, al frente de un equipo con nueve concejales.
Puedes consultar los resultados en Santomera de las distintas elecciones municipales y conocer las personas que han compuesto las correspondientes corporaciones de nuestro Ayuntamiento haciendo clic aquí.
La Matanza
El territorio de La Matanza de Santomera está delimitado por una serie de cabezos y lomas (Cabezo de los Ásperos, Cabezo del Trigo o Cabezo Morales, estribaciones de la vertiente oriental de la Sierra de Santomera), así como por el embalse de Santomera, desde su construcción en los años sesenta. Su vegetación natural ha sido sustituida progresivamente por cultivos (principalmente cítricos), pero todavía conserva especies autóctonas: palmera datilera, palera, hinojo, higuera, baladre, grama, almendro, olivo, etc. Respecto de la fauna actual, conejos, liebres, lagartos y lagartijas, colirrojas o zorros conviven con gorriones, golondrinas, tórtolas, merlas, verdoleras y palomas (existe un gran interés por la colombicultura) y con los animales de corral que se crían en muchas casas (gallos, gallinas, pavos, ocas, etc.).
Esta zona sufría a menudo las incursiones de los moros que se habían quedado en Abanilla, convertidos en moriscos y amparados por los comendadores de la Orden de Calatrava. Tras la Reconquista, las tierras que formaban parte del extenso Campo de la Matanza quedaron repartidas entre los reinos de Castilla y Aragón, dependientes de Murcia y Orihuela. Siendo propiedad del Concejo de Murcia, este las cedía a quien lo solicitaba para su cultivo, pero habían de ser devueltas si se dejaban de cultivar (se tienen referencias históricas del s. XV de dichas cesiones).
El poblamiento fue difícil y lento: en el censo más antiguo que se conoce (Censo de Matanza de 1771) figuran 37 contribuyentes. Hoy, sin embargo, cuenta con alrededor de mil habitantes censados (al margen de quienes tienen allí segundas residencias de campo), distribuidos, principalmente, en dos barrios: la Almazara y los Cletos; un gran número de casas se hallan diseminadas por todo el territorio. El barrio de la Almazara es el que concentra la mayor cantidad de viviendas, al ser el suelo urbanizable, así como el centro cultural, la ermita en honor a la Virgen de la Fuensanta (construida en 1975) y el consultorio médico.
El Siscar
El nombre de El Siscar procede de la sisca (o cisca, el vulgar carrizo), una planta gramínea que abunda en terrenos húmedos y pantanosos. No resulta extraño, puesto que este lugar estaba continuamente encharcado hasta finales del siglo XVI y las siscas crecían por todos lados. Se ubica al este de la localidad de Santomera, marcando el límite provincial entre Murcia y Alicante y circundada entre la Sierra de Orihuela (o Santomera) y el Azarbe Mayor.
Estas tierras se entendieron como parte «del Heredamiento de Santomera» hasta mediados del siglo XVIII, cuando comenzó a ser considerado como un nuevo poblado formado apenas por unas pocas casas diseminadas. A pesar de ello, el lugar siempre fue conocido como El Siscar. Como muestra de ello, la referencia más antigua conocida a la localidad se encuentra en el famoso ‘Libro de la Montería de Alfonso XI’ (1312-1350), donde se dice que «encontraron en tierras de Murcia, El Pinar, Sierra de Carrascoy y El Siscar, un valle en que había mucha agua».
En el Censo de Ensenada, de 1771, se recoge la presencia en El Siscar de 84 familias de labradores y jornaleros. Desde entonces, el número de habitantes ha ido creciendo paulatinamente, de forma especial a raíz de construirse la carretera entre Murcia y Orihuela (segunda mitad del siglo XIX), y supera hoy los 1.200.
En El Siscar han aparecido vestigios de civilizaciones y culturas pasadas que dejaron restos de suma importancia para el estudio y el conocimiento de su historia. El último gran hallazgo en esta línea ha sido el reciente descubrimiento de un yacimiento con 5.000 años de antigüedad que incluye 58 cazoletas y un calderón calcolíticos, grabados sobre la roca del Cabezo Malnombre.