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La Caridad

Fundada en 1874 por José Puig Valera, la Caridad ha tenido siempre como objetivo el «socorro de los pobres». Durante sus más de 150 años de historia, esta asociación de beneficencia viene proveyendo de alimentos y otros productos y servicios de primera necesidad a las familias con menos recursos del municipio.

BIOGRAFÍA

La Caridad, que ahora actúa dentro de la acción parroquial de Nuestra Señora del Rosario, en su origen nació al margen de las autoridades de la Iglesia como asociación autónoma, fundada por un pequeño grupo de santomeranos liderados por el insigne maestro D. José Puig Valera. A pesar de eso, el espíritu de la fundación, impreso en su reglamento, era de completo humanismo cristiano y algunos artículos prescribían la obligación de «procurar a los niños la instrucción religiosa, principalmente la enseñanza de la Doctrina Cristiana», para lo cual «la Asociación se pondrá de acuerdo con el Reverendo Cura Párroco» (artículos 3º y 4º); también el artículo 17ª dice: «el Reverendo Cura Párroco es el Presidente Honorario de la Asociación…». Así queda reflejado en la acta fundacional de la Asociación de la Caridad, fechada el 12 de noviembre de 1874.

De hecho, en opinión de Francisco Cánovas Candel, antiguo cronista oficial de Santomera, La Caridad fue «casi con total seguridad la primera asociación civil de beneficencia de España». Aunque la Asociación de la Caridad era organización independiente de la Iglesia, actuaba de modos semejantes a cuantos enseñaba la doctrina cristiana, con acciones concretadas y dirigidas por su fundador, aquel gran hombre, el maestro Puig Valera. Siendo un destacado republicano liberal, Puig Valera se manifestaba siempre como católico sincero dada su formación, adquirida en el seminario de San Fulgencio (entre 1860 y 1866), donde cursó estudios de Latín, Humanidades y Filosofía con notas meritísimas.

Aquella forma de hacer caridad con generosidad cristiana pero independiente de la Iglesia, trajo consigo una situación equívoca en unos tiempos que apenas conocían asociaciones benéficas no integradas y dirigidas por la jerarquía eclesiástica, como sucedía con las cofradías y hermandades religiosas que desde principios del siglo XVIII existían en muchas parroquias. Concretamente, en Santomera estaban la Hermandad de la Santísima Virgen del Rosario y Santísimo Sacramento, fundada en 1738, y la Cofradía de las Ánimas, que tenía gran arraigo en las familias santomeranas, pues, según los archivos notariales, eran muchos los que en sus testamentos le hacían donaciones curiosamente, figuraba con una tahúlla propia en el padrón de la Acequia de Zaraiche, del año 1797. Dichas cofradías y hermandades, además de sus fines piadosos, practicaban actos de caridad a su modo; muchos asociados y personas de la parroquia desconfiaban de otras agrupaciones benéficas, como la Caridad, que no estuviesen dentro de la Iglesia.

Luego de unos meses de actividad, la Asociación de la Caridad, en asamblea de 29 de junio de 1875, acordó legalizar la agrupación ante las autoridades gubernativas. A tal fin, se nombró una comisión presidida por D. Rufino Marín-Baldo (esposo de Dª. Concha Castañedo), socio de número de la Caridad, de gran prestigio personal y político –llegó a ser corregidor de Murcia–, por entonces secretario de la Junta Provincial de Beneficencia. Las gestiones fueron largas y laboriosas. El 26 de marzo de 1876 se recibió una comunicación del gobernador civil de la provincia expresando su deseo de recibir el reglamento de la asociación para su examen y aprobación, escrito corroborado por Martín-Baldo, quien informó del «gran placer con que el Sr. Gobernador veía el buen espíritu de Santomera a favor de los pobres». Definitivamente, en la asamblea social de 2 de julio de 1876, «el Sr. Presidente manifestó haber recibido el Reglamento aprobado por la Junta Provincial de Beneficencia y una comunicación del Sr. Gobernador Civil participando a la Asociación quedar legalmente constituida». En julio de 1876, acordó salir a pedir en Navidad, igual que hacían las hermandades y cofradías, tradición que se mantiene hasta nuestros días.

La Caridad, ya asociación civil legalizada, continuó desarrollando su misión caritativa independiente de la Iglesia, aunque en armonía con ella –alterada en algún momento por falta de entendimiento entre algunos dirigentes de la propia asociación y otros de la Hermandad de la Virgen del Rosario y Santísimo Sacramento–. Aquellas diferencias entre cofradías y la Caridad fueron en aumento. Hasta el punto de darse fuertes colisiones con mayordomos de la Cofradía del Rosario que precisaron la intervención de D. Joaquín Ayuste Ramírez, cura párroco de Santomera y a su vez presidente honorario de la asociación, quien hizo ver a la asociación que, pese al mucho tiempo transcurrido, había grupos de santomeranos que se interesaban poco por la Caridad, a la que «miraban con cierta prevención por estar desprovista de todo carácter religioso», mientras «que recientemente se había visto la preferencia que el pueblo daba a las cofradías». Precisamente por aquellas fechas, el Papa León XIII había decretado que todas las asociaciones benéficas o de caridad debían adoptar por patrono o titular a San Vicente de Paul y, lógicamente, «él, como sacerdote católico se hallaba en la imprescindible necesidad de acatar y cumplir, haciéndola también cumplir a la Asociación, la orden del Sumo Pontífice». Mas como la parroquia de Santomera no tenía imagen del citado santo en la asamblea de 3 de enero de 1886 como su presidente honorario que la Asociación de la Caridad adoptase como patrono al Santísimo Cristo de la Sangre que se veneraba, históricamente, en la ermita del CalvarioCon ello, terminarían todas las prevenciones de matiz religioso que había contra la Caridad; además, esta asociación lograría mayores ingresos por tener el Cristo del Calvario vida propia y sobrados recursos para su culto. La propuesta de D. Joaquín se aceptó por unanimidad.

Se iniciaron, de inmediato, los trámites pertinentes para que la Asociación de la Caridad de Santomera fuese considerada institución canónica; estas gestiones obtuvieron muy pronto favorable acogida por las autoridades eclesiásticas. En efecto, en la asamblea de 7 de febrero de 1886 se expuso que, con fecha de 20 de enero de 1886, D. Tomás Bryan Livermore, obispo de Cartagena, había firmado el decreto «erigiendo canónicamente la Asociación de la Caridad de la Parroquia de Santomera»; al mismo tiempo, «mandaba la fiel observancia de su Reglamento, otorgando 40 días de indulgencia a los que se inscribieran en ella y otros 40 días por cada uno de los actos de caridad que se practiquen».

En dicha asamblea, el presidente manifestó que era deseo del obispo «que los socios de la Caridad se obligasen a no blasfemar ni trabajasen en días festivos», deseo que fue aceptado por todos de buen grado, acordándose en correspondencia con ello añadir al reglamento social el artículo siguiente: «La Asociación proclama y acepta con júbilo su patrono y titular al Santísimo Cristo del Calvario, bajo las divinas advocaciones de la Sangre y la Caridad, haciéndose cargo de las limosnas y culto, poniendo a los pobres enfermos bajo su protección y amparo, quedando prohibido a sus socios blasfemar y trabajar en días festivos». Para hacer efectivo el citado artículo, se adquirieron 200 “patentes” o títulos para los socios, documentos redactados conformes con el derecho del Obispado. Estos títulos estuvieron en vigor durante décadas, como podemos observar en este facsímil.

Después de ¡doce años! de disputas sin fundamento, erróneos enfrentamientos y situaciones desagradables entre hermandades, cofradías y la Caridad, por fin se llegó a un completo entendimiento de todos los santomeranos del bien que para Santomera era poseer una asociación como la Caridad, que, según palabras de su fundador, el inolvidable maestro Puig Valera, tenía un solo fin: «Ayudar a los humildes y necesitados con espíritu solidario y altruista basado en sentimientos humanitarios, dirigidos especialmente hacia los más pobres»… Y así viene haciéndolo desde entonces, desde hace ya más de un siglo y medio.

 

(Datos históricos extraídos de los artículos publicados por Francisco Cánovas Candel en la revista ‘La Calle’, nº 64 a 66; entrada actualizada a fecha 31 de octubre de 2024)

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