Orígenes: de los árabes al siglo XVIII
La heredad donde se ubica la Casa del Huerto es muy antigua; su entorno de viejas palmeras, árboles que los moros cultivaban en toda la zona del bajo río Segura, induce a pensar en un posible origen árabe, pero no se ha hallado documentación que confirme esa condición. Conjeturas al margen, el escrito más viejo encontrado en relación con esta finca es una escritura notarial de 2 de octubre de 1756 que refleja el momento en que José Escrich la adquirió «con los censos correspondientes de su propietario, el señor duque de Burie».
Dividida en partes, la finca pasó después cierto tiempo en manos de dueños distintos, como atestiguan documentos notariales del año 1826. En ellos se detalla cómo el presbítero Andrés de Garfias Laplana –hermano del por entonces corregir de Murcia, Rafael de Garfias– compró en conjunto tanto la «casa principal», propiedad de Bernarda Moñino, como el resto de la hacienda, perteneciente a Tomás Saura Nicolás. Llama la atención que se especifique como «principal» la Casa del Huerto, de lo que se deduce que la heredad debía contener ya otras edificaciones de menor importancia y lo que hace vislumbrar la posibilidad de que la vivienda tuviera ya cierta importancia y fuera construida muchos años atrás. Por todo lo anterior, está generalmente aceptado como probable que la obra original date de la segunda mitad del siglo XVIII. Ello convertiría a la Casa del Huerto en el edificio más antiguo que se conserva en el pueblo y en el segundo más viejo del municipio, solo superado en edad por la Casa Cobatillas, presuntamente del siglo XVII.
La familia Murcia: seis generaciones
Reunificado todo el predio por Andrés de Garfias, este ordenó la construcción de la almazara anexa a la Casa del Huerto y la puso a nombre de Manuel Bosque, porque, según palabras del tal Bosque, «así convino a D. Andrés de Garfias sin haber desembolsado, el que habla, cosa alguna…». Poco tiempo después, el sacerdote fue trasladado a la iglesia de Tortosa con la dignidad de prior mayor, quedando como apoderado suyo y con plenos poderes Blas Gambín, hombre de confianza de los hermanos Garfias, quienes le nombraron administrador general de todas las propiedades que poseían en el heredamiento de Santomera. Así figura, inequívocamente, en un documento histórico fechado el 29 de noviembre de 1831.
En 1837 aparece en Santomera Juan Murcia Martínez, fundador del clan de ‘los Murcias’ en nuestro pueblo. Aprovechando las condiciones ventajosas que la desamortización de Mendizábal ofrecía a las personas pudientes, su primera operación en esta zona fue la adquisición de los bienes que la congregación de San Felipe Neri tenía en El Siscar, sellada por escritura firmada el 17 de marzo de 1837. Un año y medio después, el 22 de noviembre de 1838, se formalizó la compra por parte de Juan Murcia de toda la finca del Huerto, que comprendía «catorce tahúllas, casita para el labrador, otra principal con su parador y cuadra, cochera y otros edificios, un jardincito y una almazara…». El comprador pagó por ello «80.000 reales de vellón, en cuyo precio también entraron otras fincas que tenían gravamen de personas a favor de Religiosos de San Antonio por 2.333 reales del valor de censo y otra de valor 4.000 reales al Cabildo de Santa Eulalia».
Desde entonces y durante más de un siglo y medio, la hacienda del Huerto permaneció en propiedad de ‘los Murcias’ a través de los herederos directos de Juan Murcia Martínez (1790-1852): Antonio Murcia García (1822-1862), Juan Murcia Rebagliato (1852-1891), Juan Murcia Villalonga (1882-1936), María Murcia Fernández (†1997) y, por último, los tres hijos habidos de su matrimonio con el famoso doctor Antonio Hernández-Ros Codorniú (1897-1982), Antonio, Claudio y Ana María Hernández-Ros Murcia. Hasta el año 2005, cuando el Ayuntamiento de Santomera llegó a un acuerdo con los tres últimos legatarios para incorporar al patrimonio municipal los 1.316 m2 de mayor interés de la finca –incluyendo, por supuesto, la Casa del Huerto y la ermita y la cochera anexas, así como la almazara–, a cambio de un solar urbanizable.
Un paraíso de la arboricultura y la floricultura
La mayoría de santomeranos aún puede recordar con nitidez el extenso huerto que abrazaba a los edificios de la finca, del cual procede la designación vigente de la casa. Sin embargo, esta construcción ha sido también conocida de otras formas a lo largo del tiempo. La más reciente es la de Casa de don Claudio, en honor al último morador de la vivienda (Claudio Hernández-Ros Murcia, doctor en Traumatología y Ortopedia, nacido en 1937 y fallecido el 28 de febrero de 2013). Sucede, sin embargo, que el propio Claudio Hernández-Ros Murcia mostró su voluntad de que perdurara la denominación original. Por ese motivo, y porque así aparece identificada ya en escrituras antiguas, el Ayuntamiento decidió mantener como nombre oficial el de Casa del Huerto.
Entre las personas del pueblo también era frecuente reconocerla como la Casa de los Murcias, dado que hasta seis generaciones de esta poderosa familia habitaron la vivienda durante más de un siglo y medio. Pero más popular era una tercera denominación, la de Casa del Jardín, al menos durante la segunda mitad del siglo XX, una vez perdido Murcia como primer apellido de los propietarios. Huerto o Jardín, ambos nombres destacaban el impresionante vergel que reinaba en la heredad.
La familia Murcia se mostró siempre especialmente amante de la arboricultura y la floricultura. En 1852, el mismo día en que nació su hijo Juan [Murcia Rebagliato], Antonio Murcia García, segundo de la dinastía, plantó un ficus que seguramente ha sido durante bastantes años el más antiguo de toda la Región –título que tradicionalmente se ha otorgado al ejemplar de la murciana plaza de Santo Domingo, de 1893, casi cuatro décadas más joven–. De ese ficus hoy, lamentablemente, solo queda el esqueleto, recuerdo de casi 163 años de enorme esplendor. También sobresalía por su antigüedad, y sobre todo por su tamaño, una araucaria excelsa, cuya copa llegó a marcar la mayor altura de Santomera, hasta que el 3 de octubre de 1987 un rayo la destrozó, quemando sus últimos catorce metros y asestándole un duro golpe del que no llegó a recuperarse.
Todo ello se encontraba a levante de la casa, junto a fértiles bancales de árboles frutales, jalonados por viejas y espigadas palmeras, muchas de las cuales se conservan todavía. Y junto a una balsa con peces de colores, lindera con la antigua ermita, y a un precioso jardín con viveros de muy diferentes y exóticas flores. En este jardín, Juan Murcia Rebagliato reunió más de doscientas variedades de rosas –incluidas las muy particulares rosas verdes–, con las que ganó concursos en Murcia y Madrid. Un rincón delicioso que conservó su singular encanto casi hasta el final, pero muy especialmente hasta los años anteriores a la Guerra Civil, lo que motivó que la denominación de Casa del Jardín compitiera en popularidad con la de Casa del Huerto.
Refugio para distinguidos y humildes
En el aspecto social, la vieja Casa del Huerto era visitada con frecuencia por personalidades políticas y eclesiásticas de las distintas épocas, próximas a los miembros de la insigne familia Murcia. Huésped frecuente, casi continuo, era el obispo de Orihuela, que venía muchas veces a celebrar misa en la capilla de Santomera, haciendo el viaje en la gran carroza de corte que la familia Murcia adquirió en 1910. Si era época, no desaprovechaba la oportunidad de degustar las deliciosas naranjas cultivadas en la propia finca, popularmente conocidas por ello como ‘naranjas del obispo’, una variedad que hoy se encuentra en la colección del IMIDA con la designación de Santomera.
Visita política importante tuvo lugar en 1906, con motivo de la trágica ramblá. Coincidiendo que por aquellos días se encontraba en el balneario de Fortuna, Antonio Maura, expresidente del Gobierno de España, quiso acercarse a Santomera para conocer de primera mano la magnitud de la tragedia y consolar personalmente a los damnificados. Después de recorrer las enfangadas calles y entregar un fuerte donativo anónimo, Maura y sus acompañantes descansaron un tiempo en la mansión de ‘los Murcias’.
La Casa del Huerto y el conjunto en el que se enmarca tienen, además, un destacable valor sentimental para los santomeranos. De especial importancia colectiva, que su almazara sirviera de refugio a la imagen de la patrona, la Virgen del Rosario, durante la Guerra Civil, o que su ermita guarde el Santo Sepulcro (‘la Cama’), obra anónima del siglo XIX, el paso más apreciado de nuestra Semana Santa. También se debe destacar que el edificio siempre formó parte del imaginario de este pueblo, incluso cuando conservaba su condición de vivienda familiar: para algunos, por su halo místico; para otros, porque allí disfrutaron de animadas verbenas de juventud o recibieron los buenos consejos del eminente traumatólogo Claudio Hernández-Ros Murcia; para incontables parejas de novios y niños de comunión, porque aprovecharon los encantadores parajes de la finca para embellecer unas fotografías que hoy forman parte de sus recuerdos más entrañables.
Su adquisición por parte del Ayuntamiento
Por su valor histórico y arquitectónico, y también por su dimensión social, la Casa del Huerto es, sin duda, uno de los edificios más emblemáticos de toda Santomera. Una vez incorporadas la antigua vivienda de la familia Borreguero-Artés, hoy Casa Consistorial, y el palacete Casa Grande, rehabilitado para cumplir desde 2003 las funciones de centro sociocultural, la Casa del Huerto quedó en su momento como la última gran joya que incorporar al patrimonio municipal.
Para hacer realidad ese ambicioso objetivo fueron necesarios dos años de negociaciones entre el Ayuntamiento y los anteriores propietarios del inmueble. Como resultado, el exalcalde José Antonio Gil firmó un convenio con los hermanos Hernández-Ros Murcia, refrendado por unanimidad durante el Pleno celebrado el 25 de agosto de 2005. En virtud del acuerdo, el Ayuntamiento se hacía con la propiedad de 1.316 m2 de suelo, repartidos entre la Casa del Huerto (con 793 m2 edificados), la ermita (109 m2), la cochera (58 m2), el patio interior y otros espacios no edificados, valorados en 1.080.000 euros. A cambio, los herederos recibieron un solar de titularidad municipal, próximo al conjunto, con una extensión de 1.126 m2. Aunque el Ayuntamiento gozó del uso de la Casa del Huerto desde ese mismo momento, la resolución del convenio terminó prolongándose hasta el 23 de abril de 2010. Para que se firmaran las nuevas escrituras hubo que esperar a que la Comunidad Autónoma aprobara el Plan General Municipal de Ordenación, por un lado, y a que aprobara la recalificación como urbanizable del solar cedido a la familia Hernández-Ros.
La rehabilitación
A finales de 2007, la Casa del Huerto empezó a servir como Centro de la Mujer. Sin embargo, el inmueble precisaba de una rehabilitación integral que borrara el deterioro provocado por el paso del tiempo y que lo adaptara a sus futuros nuevos usos. Para llevar a cabo las obras, en 2008 se redactó el primer proyecto, elaborado por el estudio del arquitecto santomerano José Manuel Andúgar Villaescusa, y la Consejería de Fomento concedió una subvención de 282.241,35 euros, equivalente al 48% del coste total estimado entonces. Pero el tiempo fue pasando y, a causa de la crisis económica de aquellos años, el proyecto quedó aparcado hasta 2015. A partir de entonces, la rehabilitación de la Casa del Huerto se convirtió en un asunto absolutamente prioritario. Lo primero que hubo que hacer fue actualizar el proyecto original para adecuarlo a los cambios normativos e incluir la sustitución de las cubiertas del edificio, muy deterioradas. Se mantuvo intacto, eso sí, la premisa inicial: actuar únicamente sobre el edificio principal para adaptarlo a usos administrativos y formativos, intentando al mismo tiempo rescatar su posible impronta original, desvirtuada por las modificaciones hechas posteriormente por sus moradores. El nuevo documento, elaborado conjuntamente por el propio José Manuel Andúgar y por el arquitecto municipal Tomás Franco Pérez, fue visado el 30 de junio de 2016 y el Ayuntamiento adjudicó las obras por concurso a la UTE formada por Tecopsa y Alebús Patrimonio Histórico, que presentó una oferta de 467.936,74 euros.
La alcaldesa, Inma Sánchez Roca, y el concejal de Urbanismo, Joaquín Rubio, presentaron públicamente el proyecto de rehabilitación el 6 de febrero de 2017. Sin embargo, iniciados los trabajos –cuya ejecución estuvo dirigida por el también santomerano Octavio Artés Carpena–, se identificaron graves daños en la estructura del edificio. Eso obligó a modificar el proyecto, lo cual ocasionó un serio retraso en los plazos previstos e incrementó el coste de las obras, que finalmente supusieron un desembolso de 672.232,61 euros. La constructora dio por finalizada la rehabilitación de la Casa del Huerto en mayo de 2018, pero la obra no fue recepcionada hasta el mes de julio. Dadas las dificultades propias del verano y la proximidad de una fecha tan significativa para Santomera, se optó por celebrar el acto de inauguración el 29 de septiembre, 40º aniversario de la segregación municipal.
Con la reapertura de la Casa del Huerto, se confirmó la mayor inversión en recuperación del patrimonio histórico realizada en Santomera desde 2003, cuando finalizó una actuación similar sobre Casa Grande. El Ayuntamiento recuperó así un edificio de indudable valor histórico por su antigüedad y por la trascendencia social de sus moradores en la historia del pueblo. «Una reserva de lo que Santomera fue en el siglo XIX», como aseguró la alcaldesa en la presentación del proyecto, parafraseando a Claudio Hernández-Ros Murcia. Y ganó, además, el espacio suficiente para albergar servicios municipales faltos de dependencias apropiadas. De hecho, desde febrero de 2021 y hasta que finalicen las obras de restauración de la Casa Consistorial –que se debió desalojar por graves problemas estructurales–, este histórico edificio sirve como sede principal del Ayuntamiento de Santomera.