Introducción
El abrigo de la Capilla es un yacimiento prehistórico situado en un abrigo rocoso orientado al sur que se localiza en el paraje de Los Ásperos, en La Matanza de Santomera. El yacimiento fue descubierto por el cronista oficial del municipio, Blas Rubio García, quien comunicó su existencia a la asociación Patrimonio Santomera, que prospectó oficialmente el lugar en 2018, durante los trabajos realizados para la elaboración del catálogo municipal de bienes arqueológicos y etnográficos. Las dimensiones y características de la cavidad hacen del lugar un refugio cómodo y protegido de los vientos del norte, con un magnífico control visual de los pasos naturales hacia el valle del Segura: el Puerto del Zacacho y el trazado de Rambla Salada entre el Cabezo del Trigo y los Rincones de los Cuadros.
El abrigo tiene actualmente unas dimensiones de 13 metros de ancho, 7 de profundidad y 5 de altura, localizándose en la parte alta de un cabezo rocoso, abierto en rocas carbonatadas del Triásico superior (Unidad Bermejo), en un entorno de monte bajo. La gran cantidad de materiales observados en superficie, tanto en el mismo abrigo como en la ladera inmediata, evidencia la entidad y riqueza del yacimiento, motivando la realización de diversas intervenciones arqueológicas de investigación que siguen en proceso.
La alineación montañosa a la que pertenecen los cabezos donde se sitúa el yacimiento forma parte del reborde interior de la depresión prelitoral y está formada por alturas más modestas y aisladas que raramente superan los 200 m.s.n.m. Se trata de cabezos formados por calizas y dolomías con presencia de estratos de esquistos y cuarcitas que llegan hasta la Sierra de Orihuela. Esta línea de montañas limita con la Cuenca de Fortuna, cuya principal conexión con el valle es Rambla Salada. Por su parte, el fondo de valle está formado por sedimentos cuaternarios depositados por el río y con aportes de las elevaciones circundantes, creando una fértil llanura donde se emplaza la tradicional huerta murciana. Las evidencias del primer poblamiento en esta zona se sitúan en zonas elevadas tanto al norte como al sur, aprovechando los recursos que ofrecen las serranías y la protección respecto a las crecidas del río que probablemente formaban un paisaje pantanoso de almarjales poco apto para el asentamiento humano. El término municipal de Santomera engloba la intersección entre dos vías de comunicación elementales, Rambla Salada y el Valle del Segura, que relacionan las cuencas neógenas del Bajo Segura y Fortuna, encontrándose el yacimiento en el límite entre ambas zonas, en un área con elevaciones menores de roca caliza que lindan con el entorno de la Rambla Salada que pertenece al Tortoniense (Mioceno Superior), con sedimentos marinos ricos en fósiles y con abundancia de materiales silíceos.
Del Paleolítico medio a la época moderna
Los trabajos de investigación en el sitio se han basado en la prospección intensiva del entorno y el propio abrigo, así como también la excavación del depósito sedimentario que conserva la cavidad. Este depósito presenta una potencia incierta y se ha conservado gracias a los bloques desprendidos de la visera del propio abrigo, que han frenado la erosión y dispersión de las capas sedimentarias ladera abajo. En dichas capas se preservan miles de restos arqueológicos, testigos de las actividades realizadas por los habitantes de la zona en diversos momentos desde la Prehistoria más remota. El sedimento es de origen eólico y también kárstico, por la disolución de la propia roca del abrigo.
Se han hallado, principalmente, numerosos restos pertenecientes a los cazadores-recolectores del Paleolítico, así como vestigios aislados de ocupaciones posteriores acaecidas durante el Neolítico, época ibérica, romana, medieval y moderna. Los restos más antiguos pertenecen a la llamada cultura musteriense, es decir, del Paleolítico medio (300 000 – 40 000 años antes del presente), cuando los neandertales anduvieron por estas tierras. Restos de la vida de los neandertales se han hallado también en los abrigos del Zacacho, Cueva de las Ventanas, Cueva de la Higuera y en varios sitios al aire libre del entorno del embalse. Posteriormente, el abrigo sigue utilizándose como refugio en diferentes fases del Paleolítico superior (40 000 – 10 000 años antes del presente), ya en la época del Homo sapiens. Los datos preliminares indican que los sapiens anduvieron por la zona durante el Gravetiense (30 000 años, aproximadamente), Solutrense (21 000 años, aprox.) y Magdaleniense (12 000 años, aprox.). Conocemos diversos yacimientos de los cazadores-recolectores del Paleolítico superior en diferentes puntos del entorno cercano a la Capilla, como es la Cueva de la Ventanica, el abrigo de la Cañada Perdida, el abrigo de los Aguiluchos, el abrigo de los Clementes y el abrigo de la Corona, así como varios talleres líticos en el entorno de la rambla.
También se conocen restos del Paleolítico más reciente en el Barranco del Mojón, los abrigos del Zacacho, la Cueva de las Muelas, en el Raiguero de Levante, y otros puntos de la Sierra de Orihuela. Ya en el Holoceno, la cavidad vuelve a ocuparse de forma puntual en el Neolítico y el Calcolítico (7 000 – 5 000 años antes del presente), aunque las ocupaciones son menos intensas y duraderas que las registradas para las fases paleolíticas; es un periodo en el que se comienza a cultivar y pastorear, actividades que se complementan con la caza y la recolección. De estas fases de la Prehistoria reciente se conocen otros vestigios en las inmediaciones de la Rambla Salada, en diversas cavidades de la Sierra de Orihuela y el Bermejo y, sobre todo, en el Cabezo Malnombre. También se han documentado restos cerámicos aislados que podemos asignar a un momento de la cultura íbera, hallándose también vestigios de este periodo en la cima del cerro donde se abre la Capilla y en otros abrigos del área del Zacacho; seguramente, dichos restos estén relacionados cronológicamente con el poblado íbero del Balumba (s. V – II a.C.). Igualmente, se documentan algunos fragmentos cerámicos de adscripción romana, al igual que sucede en otros abrigos de la Sierra de Orihuela y también en el Rincón de los Cuadros. Seguramente se utilizasen las cavidades como refugios eventuales por parte de pastores o cazadores. La misma interpretación se da para la aparición de cerámicas medievales islámicas (s. VIII – XIII), y también restos de época moderna (s. XVI – XVIII), cuando debió usarse el abrigo como punto de descanso y refugio cerca de la cañada que discurre al sur de la Capilla.
Restos de un taller de sílex y fósiles animales
El material principal que encontramos en la industria de la Capilla es el sílex y, en menor número, también cuarcita explotada en guijarros. Tanto el sílex como las cuarcitas provienen de las inmediaciones del yacimiento, sobre todo de depósitos secundarios del lecho de la Rambla Salada, y también de afloramientos primarios localizados en los cerros que se encuentran en ambos márgenes de la rambla; se trata de afloramientos del Mioceno Superior. Tenemos una amplia variedad de tipos de sílex en la industria de la Capilla, todos tallados desde nódulos de diverso tamaño. Algunos de los tipos podríamos encuadrarlos en la gama de los ópalos y las calcedonias. Probablemente, el entorno de Rambla Salada sea una de las áreas con más abundancia de recursos silíceos de la Región de Murcia, lo que podría explicar la recurrente ocupación humana de este territorio en diferentes fases de la Prehistoria. Las cuarcitas son talladas desde cantos rodados y han sido utilizadas para crear herramientas tipo chopper, lascas grandes y laminitas. Sobre todo, la cuarcita es utilizada en momentos del Neolítico y del Paleolítico medio, aunque su presencia es eventual en otras fases culturales. También se ha documentado la presencia de rocas ígneas, con un fragmento de hacha pulimentada de diorita, de adscripción neolítica.
En el mismo abrigo se realizaban labores de manufactura de herramientas líticas. Encontramos nódulos y percutores, núcleos, lascas, hojas, útiles con talla secundaria (retoque) y un sinfín de desechos de la talla, compuestos por chunks, esquirlas y debris. Los núcleos son bastante numerosos y representan los siguientes tipos: levallois, poliédricos, prismáticos, laminares y microlaminares. El soporte más abundante son las lascas y lasquitas; muchas de estas son simplemente restos del proceso de talla. También abundan los soportes tipo hoja o lámina, así como los microlaminares. Normalmente, no presentan retoque. Son formas propias del Paleolítico superior; especialmente, las microláminas podemos encuadrarlas en el Magdaleniense. Tenemos una amplia representación de diversos morfotipos que son claramente indicativos de las fases culturales presentes en el yacimiento, aunque no se descarta la posibilidad de que la erosión haya borrado algunos niveles culturales. Entre las diferentes herramientas halladas, encontramos raederas, raspadores, laminitas de dorso, puntas de flecha de aletas y pedúnculo, choppers y un hacha neolítica. También se ha documentado la existencia de pigmentos de ocre y limonita, utilizados probablemente con fines decorativos. Los restos fósiles son menos abundantes, pero se han podido identificar huesos y dientes de caballo y ciervo que fueron consumidos por los habitantes del abrigo.
Este abrigo, predominante en relación a las localizaciones próximas en el entorno del monte de los Ásperos, goza de una posición privilegiada de control visual de varios pasos naturales, Rambla Salada y el Puerto del Zacacho con direcciones N-S comunicando la cuenca de Fortuna y Abanilla, y por otro lado el Valle del Segura y el Corredor Norte de la Sierra de Orihuela con direcciones E-O que dan acceso de zonas del litoral al interior de los valles del Segura y Guadalentín. Estos corredores corresponden con el paso de fauna en épocas más antiguas y con vías pecuarias en periodos más recientes. También existe una posición geoestratégica del abrigo en relación a los recursos naturales y la materia prima que le ofrece Rambla Salada.