Primeros vestigios de actividad agraria
A partir de los hallazgos arqueológicos realizados en el Cabezo Malnombre, enclave en el que se levantó un asentamiento calcolítico cuya economía agraria se manifiesta por los numerosos molinos y dientes de hoz de sílex hallados en toda la superficie del yacimiento, se estima que la agricultura en la zona se da desde, al menos, el III milenio a. C. Este lugar se continúa poblando durante la Edad del Bronce, en el II milenio a. C., periodo en el que las formas de vida basadas en la agricultura están plenamente desarrolladas. En este periodo se levantarán nuevos asentamientos en la zona con vestigios conservados en el Cabezo de la Mina y en la Sierra del Balumba, ocupación que en esta última se dilata hasta el siglo II a. C., en plena época íbera. La ubicación de lo que hoy es el territorio de Santomera, entre el fértil valle fluvial y las sierras, motivó el asentamiento humano desde la prehistoria hasta nuestros días. Posiblemente, se cultivaron plantas de secano como el trigo, cebada, habas, lentejas, olivos y vid.
La acequia de Zaraíche: origen de la huerta... y de Santomera
Tras el abandono del poblado ibérico de Cobatillas la Vieja-Sierra del Balumba, no hay ningún núcleo habitado de importancia en todo el municipio. El origen del pueblo comenzará a conformarse junto a la acequia de Zaraíche a finales del siglo XVI, dando origen a la actual huerta de Santomera. Aunque la agricultura en Murcia se asocia a la presencia musulmana en el medievo, la cual trajo y desarrolló innovaciones en ingeniería hidráulica que fueron esenciales para devenir de la zona, no se han hallado restos arqueológicos de esta época en el municipio santomerano, salvo algunos restos cerámicos en el entorno del Malnombre. No obstante, es de suponer que serían estos los que comenzarían la explotación agrícola de la huerta de Santomera, al igual que en todo el valle.
La Santomera actual tiene su origen como núcleo de población ininterrumpidamente habitado y de una cierta entidad en el siglo XVI, cuando las tierras que conformaban lo que hoy es su huerta comienzan a ser drenadas con una red de azarbes, y lo que era una zona pantanosa cubierta de marjales pasa a ser la prolongación de la huerta capitalina, que hasta entonces solo llegaba por su parte norte poco más allá de Monteagudo de una manera discontinua. Desaparecidos los poblados prehistóricos, unas pocas alquerías y viviendas en el campo o en la parte alta de lo que será la huerta, a salvo de las riadas del Segura, son los únicos lugares con población. La llegada de la acequia de Zaraíche, en la Murcia musulmana, significó la puesta en cultivo de una franja estrecha en el borde norte de la depresión prelitoral, que se fue ampliando lentamente hasta la construcción masiva de cauces para evacuar los marjales. Esta franja de terreno, como el resto de la huerta, está formada por suelos llanos aluviales, de textura areno-limosa y bastante profundos, con origen en las aportaciones de ríos y ramblas.
Desde el azud denominado actualmente la Contraparada, posiblemente construido en el siglo X, se desarrolló una red de acequias entre los años 1000-1250, resultado del esfuerzo prolongado de la población hispano-musulmana, que se iría incrementando en proporción con el avance de los riegos. Desde este azud se derivaban dos acequias mayores: la de Aljufía, por el norte, en el margen izquierdo del río; y la de Alquila, o del Mediodía, por el margen derecho. De estas acequias mayores se irían derivando otras menores que distribuirían el agua por brazales y regaderas para llevar el agua a toda la huerta. Son los llamados cauces de aguas vivas. Los cauces de aguas muertas, escorredores, landronas, azarbetas, azarbes y meranchos, recogen los avenamientos de las tierras regadas con las aguas vivas para devolverlas otra vez al río y volver a comenzar otra red de acequias; son también utilizados para regar en tierras donde las aguas de las acequias no pueden llegar, con la construcción de nuevas acequias o elevándolas con artefactos de riego (norias, aceñas, artes, o motores en la actualidad). La acequia mayor de Aljufía no llega a las zonas más elevadas al norte de la huerta, por lo que hubo que construir derivaciones que llevaran el agua hasta ellas. Una de esas derivaciones fue la acequia de Zaraíche, que dio origen a la huerta de Santomera. De origen islámico, esta acequia nace de la citada acequia mayor en La Albatalía y llega al límite con Orihuela, tras pasar por el noroeste de la ciudad de Murcia, Santiago y Zaraíche, Churra, Monteagudo, Las Lumbreras, La Cueva, El Esparragal, Cobatillas, Santomera y El Siscar, regando la huerta de todas estas poblaciones.
La acequia de Zaraíche recorre algo más de 22 kilómetros desde su toma en la Contraparada hasta su final, en el límite con Orihuela, antiguamente en el límite con la Corona de Aragón. Hasta el siglo XVIII, su caudal sobrante iba a desembocar en una azarbe desaparecida, la de la Gralla o Graya; en la actualidad, lo hace en el canal de desagüe del embalse de Santomera, que discurre sobre Rambla Salada, actual límite entre las comunidades autónomas de Valencia y Murcia. De los 22 kilómetros de su recorrido, los últimos 4 lo hace por el término municipal de Santomera, regando la incipiente huerta santomerana y dando origen al nacimiento de los dos principales núcleos de población del municipio: Santomera y El Siscar. Aunque sabemos, aproximadamente, que la acequia de Zaraíche tiene su origen en la Murcia islámica, no tenemos certeza sobre si desde el momento de su construcción la obra se ejecutó desde la cabecera a la cola de la misma o se fue construyendo conforme se iba drenando la huerta hacia Orihuela, posibilitando la instalación de agricultores que utilizarían su agua.
El problema del agua para riego ha sido uno de los principales, junto con las sequías y otros como las riadas, la propiedad o el sistema de arrendamiento, al que han tenido que enfrentarse los agricultores del municipio de Santomera. Estar en la cola de la acequia de Zaraíche significaba que la huerta de Santomera era de riego, pero no siempre llegaba el agua, que solo lo hacía cuando los de los dos primeros tercios de la misma ya habían satisfecho sus necesidades. La huerta del heredamiento de Santomera solo disponía de aguas sobrantes; por lo tanto, ha sido maravilloso que se riegue el tramo final de la Huerta de Murcia en su parte norte. El agua, para bien y para mal, siempre ha estado ligada al crecimiento y a los parones o retrocesos del bienestar de los habitantes del municipio oriental fronterizo con la Comunidad Valenciana.
Los repartimientos de tierras
En el Repartimiento Tercero de Murcia, en el año, 1266, se recogen por primera vez los topónimos Sanctamera, en 107 ocasiones; y Santamera, en una sola ocasión. Varios filólogos e historiadores, desde el siglo XVIII hasta nuestros días, han dado diferentes versiones sobre el origen y significado del topónimo. Para Robert Pocklington, Santomera es un hagiotopónimo de origen mozárabe que significa Santa María. En documentos posteriores se puede ver también Sanctomera o Santomera. Para Francisco Cánovas Candel, Santomera también es un hagiotopónimo, pero de origen catalán, nombre puesto por los colonos de origen catalán procedentes de Bañolas, donde se venera a Sant Amer, un santo que les protegía de las epidemias de las zonas pantanosas del lago de esa villa gerundense, y nuestra huerta lo era. En el Repartimiento de Orihuela también aparece el topónimo Sant Amera.
El reparto de las tierras de Santomera entre la cuadrilla de Casillas tiene lugar en el año 1266. De 500 tahúllas en el año 1266, se pasa a 360 en 1326, cuando Santomera pertenece a Orihuela, lo que significa disminución de las tierras de labor, que solo volverán a verse incrementadas cuando se crea una buena red de drenaje en el siglo XVI. Hasta entonces, Santomera es un lugar poco habitado y, posiblemente, con una población dispersa. Casi tres partes de los beneficiados son de origen catalán o aragonés, que fueron repoblando la zona tras la conquista cristiana. Una parte de las tierras, las peores, siguió en manos de los mudéjares. Una serie de circunstancias van a hacer que el pago o heredamiento acabe por convertirse en un nuevo núcleo de población que no va a dejar de crecer hasta nuestros días: creación de una buena red de drenaje de las aguas empantanadas y las procedentes de las continuas riadas; incremento del comercio con América; auge del comercio de la seda; explotación de minas de cobre en la Sierra de Orihuela; la unión, en el siglo anterior, de las coronas de Castilla y Aragón, lo que elimina la inseguridad de las fronteras y facilita el tránsito entre territorios.
En 1505, Juana de Castilla dona las tierras de la Urdienca en la Huerta de Murcia a Alonso Vozmediano, fundador de la Orden de los Jerónimos, quien a su vez las cede a la orden, que las va arrendar a los agricultores de la zona. Estos arrendadores se van a asentar junto a la acequia de Zaraíche, al norte de la misma, donde no llega el agua de las riadas. Un parte de las tierras no son arrendadas y las trabajan jornaleros al servicio de los jerónimos. Como la mayor parte de las tierras son marjales, en 1548 van a comenzar a construir cauces de avenamiento que las desagüen para así poder cultivarlas. Excavan el Meranchón, donde confluirán los demás azarbes excavados posteriormente. La huerta comienza a crecer. En enero de 1595, Jerónimo de Ayanz y Beaumont recibe la Encomienda de Abanilla e incorpora a la misma los terrenos de Santomera, haciéndolos de riego excavando azarbes, azarbetas y landronas para drenarlos y hacerlos cultivables.
La seda y el pimiento, cultivos históricos
En el siglo XVI, el auge del comercio de la seda hará que el cultivo preferente de la huerta sea la morera. Además, se siembra trigo, lino y hortalizas y comienzan a plantarse los primeros pimientos, traídos por los monjes jerónimos desde Extremadura, que en los siglos siguientes serán el principal producto de la huerta santomerana. En los siglos XVII y XVIII sigue creciendo el comercio de la seda y se incrementa la superficie dedicada al cultivo de las moreras y de los pimientos. Gran parte de las tierras quedan en manos de órdenes religiosas, desde el extremo occidental, con la Orden de los Jerónimos, hasta las de los felipianos creados por el cardenal Belluga en el extremo oriental, donde construyen una ermita junto a la acequia de Zaraíche que dará origen a la población de El Siscar. Numerosas tierras de la huerta tienen vínculos religiosos o pertenecen a miembros de la nobleza. Las monjas de Santa Teresa de Murcia construyen un gran caserón de labranza entre la acequia de Zaraíche y el cabezo de Cobatillas o del Balumba, al comienzo de la huerta de Santomera. Van a cultivar allí, en el siglo XVIII, 47 tahúllas de moreras que se riegan con el brazal de San José. En las tierras no arrendadas se necesitan jornaleros para cultivarlas y acuden muchos desde distintos lugares de Murcia, incrementando sensiblemente la población de Santomera y El Siscar al norte de la acequia. En El Siscar, de 74 familias, unos 300 habitantes, 69 son jornaleros, ni un solo labrador o arrendatario; en Santomera, de 294 familias, 10 jornaleros y 20 labradores a los que su tierra no les da para comer y en el tiempo que les queda libre trabajan como jornaleros. Debido al imparable auge del comercio de la seda, a la producción de la misma y el incremento del cultivo de moreras en la huerta santomerana, con las que compite el cultivo de los pimientos de bola para la elaboración del pimentón, aparece la Senda de Granada, que desde Santomera lleva a La Ñora pasando por Monteagudo, Churra y Espinardo.
En 1720 se solicitan agua de la acequia de Beniaján y del Azarbe Mayor del Mediodía para dotar secanos situados en el ángulo noreste de la huerta, lo que pone de manifiesto que hay lugares en la cola de riego a los que no llega el agua. El crecimiento de la industria de la seda lleva consigo que, en el sector oriental de la huerta de Murcia, donde se encuentra el pago de Santomera, se planten más moreras de las que se puede regar en una zona donde hay poca densidad de cauces de riego y apenas llega el agua. La necesidad de agua para regar los morerales hace que se soliciten permisos para instalar aparatos elevadores de agua, aunque algunas veces estos se instalan sin solicitarlo al ayuntamiento. Se van a instalar junto a acequias y meranchos y en la cabecera de algunos brazales. Las norias o aceñas que se instalan en la acequia de Zaraíche elevarán el agua de la misma hacia la parte contraria de la que nacen los brazales, considerada de secano porque no se puede regar directamente desde la acequia si no es regolfando el agua.
En el tramo de acequia comprendido en los últimos cuatro kilómetros, entre Santomera y El Siscar, se instalan varios aparatos, unos con permiso municipal y otros sin él. Solo en el primer kilómetro, frente al actual núcleo urbano de Santomera, se instalan 8 artefactos entre 1701 y 1850. El primer molino harinero se va a construir en El Siscar, sobre el tramo final de la acequia de Zaraíche, muy cerca de su desembocadura en la Rambla Salada, llamada entonces de Santomera, donde ya no hay brazales de riego que necesiten su agua. La construcción del molino se concede a Salvador Vinader y Moratón. Mientras tanto, se sigue cultivando hortalizas, pimientos, trigo, frutales, legumbres y lino, para el que solicita la instalación de balsas para cocerlo.
Los agricultores de Santomera hartos de los destrozos que causa la Rambla Salada inundando la huerta antes de llegar al Segura y destrozando cultivos, además de dejar inutilizada la acequia durante un período bastante largo de tiempo, toman la decisión de desviar su cauce, que transcurría entre Santomera y El Siscar, hasta el barranco del Raiguero de Poniente, límite entre Murcia y Orihuela. Esto va a ocasionar las protestas de la ciudad de Orihuela, cuyas tierras de la zona pasarán a ser las perjudicadas por las avenidas de la rambla. Con el paso del tiempo, y tras cerrar y abrir varias veces ese desvío ante las solicitudes de los oriolanos, este será el paso definitivo de la rambla, lo que traerá como consecuencia las terribles inundaciones con 31 y 13 víctimas respectivamente, de 1906 y 1947.
Siglo XIX: retroceso agrario y poblacional
A comienzos del siglo XIX se inicia en toda la huerta de Murcia un retroceso en la superficie cultivada por el efecto muy acusado de las sequías, algunas epidemias y la presencia de las tropas francesas en Murcia. El esplendor del siglo XVIII no volverá a alcanzarse hasta el XX. Riadas provocadas por el Segura inundan la mayoría de las veces su huerta, en la que aún vivían colonos en humildes barracas; varios períodos de fuertes sequías arruinan a los agricultores, enfermedades endémicas como la fiebre amarilla, el paludismo, la viruela y la tuberculosis, entre otras, no abandonan la huerta y dejan un considerable número de víctimas. Cada pocos años, la Rambla Salada se desborda con las lluvias otoñales y destroza los cultivos de la huerta y la acequia de Zaraíche. Para colmo de desgracias, cinco epidemias de cólera (1834, 1854, 1865, 1885 y 1890) y una anterior de fiebre amarilla (1810-1812), enfermedades desconocidas en España hasta entonces, pasan factura y merman la población del que hoy es el municipio de Santomera. A final de siglo, un nuevo brote de paludismo afecta a Santomera en 1889. La alta tasa de mortalidad infantil frena el crecimiento de la población y hasta bien entrado el siglo XX, la esperanza de vida apenas alcanza los 40 años.
La acequia de Zaraíche es uno de los grandes protagonistas de las epidemias que asolan Santomera durante el siglo. Además de para regar, el agua de la acequia es la que se utiliza para beber y para lavar, y más en Santomera, donde no hay fuente o manantial alguno que permita hacerlo y hay que recurrir a ella o a la de lluvia que se recoge en aljibes e inexistente en las prolongadas sequías que castigaban la huerta eventualmente. Como el cólera y el paludismo se transmitían mediante las heces y el agua, el estado del agua ayudaba a infectar a los que la consumían. Al ser abonadas todas las tierras con estiércol, los alimentos recolectados en la huerta trasmitían la enfermedad, amiga del calor y de la humedad, por lo que las continuas inundaciones provocadas por el Segura también ayudaban a su propagación.
De la expansión de regadíos a los cítricos
El cultivo del pimiento, para secarlo y hacer pimentón, será hasta los años setenta del pasado siglo una ayuda para complementar la economía de los que trabajan en otras profesiones. Las moreras van perdiendo terreno y se comienza a dedicar tierra a cultivar cítricos, sobre todo naranjas de la clase sanguina. En 1932 comienza la construcción de un canal, conocido actualmente como La Fontanilla, que elevará mediante un motor las aguas del azarbe de los Pérez, donde drena buena parte de las Urdiencas, hasta el campo de Santomera. En los años posteriores a la guerra civil, los regantes del Canal de la Fontanilla se agrupan en la Comunidad de Regantes del Azarbe del Merancho y El Siscar; para llevar el agua desde la huerta hasta la Sierra de Orihuela, lo hacen en la Comunidad de Regantes los Ángeles. Las aguas muertas de la huerta que sobran del riego se van a convertir en la nodriza que alimente los cultivos de secano de Santomera. Desde la llegada del agua del trasvase hasta nuestros días, prácticamente todo el terreno cultivable del municipio de Santomera, 1.678 hectáreas, se transforma en regadío y entra en plena producción, quedando solo 18 hectáreas de secano. De las 1.678 hectáreas de regadío del municipio, 1.405 se dedican a cítricos, 901 a limoneros y 472 a naranjos; la mayoría de ellas, en los nuevos regadíos. Solo 15 hectáreas de olivos recuerdan lo que fue el secano hasta hace pocos años. Grandes balsas acumularán el agua del trasvase y la procedente de los azarbes de la huerta y se iniciará un proceso de modernización de los regadíos que avanza hacia la huerta, donde la mayoría aún riega por inundación.
La inauguración del embalse de Santomera, en 1967, deseado porque iba a evitar que Santomera, su campo y su huerta volvieran a inundarse y recogería las aguas de lluvia para regar, solo cumplirá el primero de sus objetivos; el segundo, el de regar con sus aguas, se muestra un fiasco: las aguas permanentes de Rambla Salada, sobre la que se encuentra el embalse, son de alta salinidad y vuelven no aptas para el riego las recogidas de la lluvia. Con la canalización de Rambla Salada desde el embalse hasta su desembocadura en el Meranchón, se evitaron las filtraciones de aguas salinas a la capa freática. La construcción de dos motores en la última década del pasado siglo ha hecho posible que no haga falta en la acequia de Zaraíche para regar; cuando esta no lleva agua del Segura, los motores la elevan desde el Merancho del Azarbe y la dotan de agua para regar.
El avance urbano ha hecho disminuir la superficie regada en la huerta, pasando de 4.500 a 4.000 el número de tahúllas que riega la acequia en Santomera y El Siscar. El crecimiento urbano de los dos pueblos ha llevado también al cimbrado de la acequia casi en su totalidad a su paso por el municipio, convirtiéndose en un paseo muy concurrido; mientras tanto, en sus cuatro kilómetros de recorrido por Santomera y El Siscar, cortada su agua por 31 tablachos y distribuida su agua por 69 boqueras, las 4.000 tahúllas de la huerta seguirán siendo regadas bajo la vigilancia de un repartidor y sus dos procuradores. Y es que, pese a la evolución y desarrollo económico y urbano del municipio, la agricultura y la huerta siguen siendo el motor y la identidad que ha dado forma al carácter de los santomeranos.
Blas Rubio García, cronista oficial de Santomera