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Sierra del Balumba

Introducción: un Bien de Interés Cultural

La Sierra del Balumba se localiza al suroeste del término municipal de Santomera, en los límites entre este y la pedanía murciana de Cobatillas. Se trata de un pequeña elevación montañosa con una alineación E-O y NO-SE formada por un cerro principal de 163 m.s.n.m. y dos cerros menores de 145 metros, el más oriental, y de 103 metros el situado a poniente, ya fuera de los límites territoriales de Santomera. Esta sierra es conocida por albergar diversos restos arqueológicos prehistóricos y protohistóricos, además de los vestigios de una intensa actividad minera. Es un hito referencial en el borde septentrional de la huerta murciana y zona de paso obligado en el camino de Murcia a Orihuela, con características topográficas y geográficas que le otorgan un gran valor paisajístico, razón principal del asentamiento humano en diversos momentos desde la Prehistoria, aprovechando las cualidades estratégicas que ofrece la montaña para la seguridad y el control del territorio.

Los cerros que forman la Sierra del Balumba están compuestos, fundamentalmente, por rocas carbonatadas (calizas y dolomías) del Triásico superior, dentro de la denominada Unidad Bermejo, en las zonas internas de las Cordilleras Béticas. Junto a las calizas también aparecen afloramientos aislados de metabasitas y hematites. Toda la sierra presenta fuertes pendientes y relieves abruptos en la mayoría de sus flancos, contrastando con la llanura aluvial del río Segura. Las acusadas laderas y la falta de vegetación arbórea han favorecido la pérdida del sustrato edáfico en varias zonas, quedando, mayormente, la superficie rocosa al descubierto, con un alto grado de fracturación de la caliza que presenta formas angulares. El fenómeno erosivo se agrava por las actuaciones de los excavadores clandestinos y por los efectos de la extracción de mineral, quedando visibles varios frentes de cantera que ocasionalmente generan desprendimientos. La cantera más importante es la llamada de la Fontanilla, que se abre al este y norte del cerro más oriental de la sierra, siendo un lugar muy degradado que fue utilizado para el vertido de residuos una vez cerrada la explotación.

En este paraje se localizan dos importantes yacimientos arqueológicos que han sido investigados desde la década de los setenta del siglo pasado. Ambos yacimientos se encuentran muy cercanos y forman parte de un mismo conjunto, conocido con el nombre de Cobatillas la Vieja, pequeña población perteneciente al Ayuntamiento de Murcia que se levanta en la falda meridional y que recibe su nombre de las numerosas covachas y abrigos que se abren en la cara sur de la sierra. El conjunto arqueológico abarca la mayor parte de los cerros oriental y central y se encuentra declarado Bien de Interés Cultural con la categoría de Zona Arqueológica; no obstante, en la zona occidental de la sierra también se han documentado algunos hallazgos de cronología similar a los restos incluidos en el BIC.

El poblado argárico

En la elevación central y más alta de la sierra se localiza el sector argárico, un yacimiento de la Edad del Bronce antigua (2200 a. C. – 1550 a. C.), también conocido como Cobatillas la Vieja I. Este emplazamiento se encuentra administrativamente dividido entre los municipios de Murcia y Santomera. El yacimiento corresponde a un poblado en altura de la cultura de El Argar, la cual se desarrolla durante los primeros siglos del II milenio a. C. con una extensión que va desde la provincia de Alicante hasta la de Granada. Se trata de una civilización avanzada del Bronce europeo que dominaba la metalurgia y tenía una estructura territorial estratificada, con asentamientos de diverso tamaño y función, muchas veces fortificados y situados en zonas elevadas de pequeños cerros que permitían protección y control de las vías de comunicación. Cobatillas la Vieja se enclava en un territorio con una densa ocupación humana durante el segundo milenio, detectándose importantes núcleos poblacionales en torno a él: Puntarrón Chico (Beniaján), Puerto de la Cadena (Murcia), Santa Catalina del Monte (Verdolay), El Castellar (Zeneta), Cabezo Negro (Zeneta), Monteagudo (Murcia), La Mina (El Siscar), San Antón (Orihuela) o Laderas del Castillo (Callosa de Segura).

El poblado argárico ha sido expoliado sucesivamente, quedando en superficie abundantes restos de cultura material, tumbas y estructuras murarias. Diversas excavaciones puntuales han puesto de manifiesto numerosos rasgos del poblado. En 1972, el director del Museo de Murcia, D. Gratiniano Nieto, realizó una primera prospección al yacimiento, en el cual ya se apreciaban algunas intervenciones clandestinas. En 1975, la Dra. Ana María Muñoz Amilibia volvió a prospectar el yacimiento, sobre el que dirigió una excavación con carácter de urgencia en diciembre de 1976, enero y abril de 1977. Los trabajos arqueológicos han revelado las características del asentamiento, contando con cabañas de plantas poligonales o de tendencia circular de 6 metros de diámetro, aproximadamente. El urbanismo argárico se distribuye de forma escalonada, adaptándose al relieve del cerro. Sus muros presentan zócalos de mampostería y tierra, probablemente alzados con barro y fibras vegetales en la parte superior. En el interior de los espacios de hábitat, se localizan hogares y posibles rebancos. En el subsuelo se hallan enterramientos que fueron en un gran número expoliados. Su tipología está representada fundamentalmente por sepulturas en cista y urna. Entre el material destacado, se documentan crisoles, industria lítica, restos de esparto y lino carbonizados, así como numerosas cerámicas propias del repertorio argárico. También son representativos los restos óseos de fauna y humanos. Se tiene constancia, a través de diversas publicaciones, de elementos metálicos.

En las investigaciones oficiales se tuvo la oportunidad de excavar sendos enterramientos tipo cista, de cuyo ajuar destaca un puñal de bronce con dos remaches que presenta vestigios de una antigua envoltura de lino. El proceso y finalidad de envolver los ajuares en lino nos remite a un posible ritual funerario, hecho constatado en otros poblados del valle. Un dato a destacar en el ambiente funerario de Cobatillas fue la aparición en los años setenta de una tumba de falsa cúpula que llegó hasta nosotros expoliada. El aspecto económico en Cobatillas la Vieja aporta interesantes datos para definir los sistemas de producción argáricos; en este sentido, el hallazgo de instrumentos y desechos de producción en una de las casas, apunta hacia la tesis de los autores que defienden que la base de la economía argárica dependía de un sistema unifamiliar de producción, sobre todo para procesos tecnológicos complejos o especializados, como la metalurgia o determinadas actividades alfareras. La fabricación doméstica de útiles líticos debió ser muy intensa, a juzgar por los restos de talla, cuchillos y dientes de hoz en sílex que aparecen por doquier en la superficie del yacimiento. Los dientes de hoz hacen alusión a una actividad agrícola de carácter cerealista; esta, además, viene corroborada por la frecuente aparición de molinos de mano, cuya finalidad era el triturado del cereal. Los restos óseos de fauna hallados en el yacimiento ponen de manifiesto una actividad económica basada en la ganadería de ovicápridos, grupo al que pertenecen más del 60 % de los restos. También fueron frecuentes bóvidos, cerdos y perros, con un 8, 16 y 2,5 % de representación. La producción textil quedaba igualmente corroborada por el hallazgo de piezas de telar, objeto que se constata en otros yacimientos de la comarca, como El Puntarrón Chico y Santa Catalina del Monte. La presencia de un crisol indica que la fusión del metal se realizaba en el mismo poblado; así mismo se menciona el hallazgo de un molde de fundición. Sabemos que en el poblado de Cobatillas la Vieja o adyacente a él no hay afloramientos metalíferos; los filones cupríferos más próximos están en las estribaciones suroccidentales de la cercana Sierra de Orihuela, cuyas vetas de malaquita se han explotado hasta épocas recientes.

El sector ibérico

En la cima amesetada del cerro oriental se localiza el sector ibérico, yacimiento conocido como Cobatillas la Vieja II. Se trata de un asentamiento en altura de la Edad del Hierro, estratégicamente situado dominando el entorno con una amplia visibilidad. Habitado desde época argárica (mediados del II milenio a. C.) en su sector suroccidental, es ocupado a fines del II milenio y principios del I a. C. por una población del Bronce Final. El nivel de abandono correspondería a los siglos del IX al VI a. C. Consta de una etapa propiamente ibérica, con la ocupación de la cumbre, de fines del siglo V al III a. C., con importaciones áticas, y de una segunda fechada en los siglos III-II a. C. En su etapa final aparecen cerámicas campanienses del s. II a. C. En cuanto a su estructura urbanística, se trata de un poblado de tipo medio, de entre 200 y 250 habitantes, que consta de casas de reducidas dimensiones (unos 6 m²), con predominio de ángulos rectos y disposición adosada a muros maestros que recorren grandes tramos del poblado. El especialista José Miguel García Cano, de la UMU, lo identifica como un fortín carente de muralla, pero cuyo urbanismo y disposición de las viviendas podría emplearse como elemento defensivo en un contexto de control del Valle del Segura y el acceso al Altiplano por la vía de Rambla Salada, ya que su posición es estratégica y su visibilidad, perfecta para dicha función.

Sus primeros estudios se los debemos al profesor de la UMU Pedro Lillo, entre 1976 y 1977. En los noventa se prospectó en varias ocasiones para evaluar el estado de conservación y los efectos de los continuos expolios a los que estuvo sometido por esos años. La cercanía a núcleos poblacionales, facilidad de acceso y visibilidad del yacimiento lo habían convertido en fruto de continuas expoliaciones y saqueos por parte de furtivos. Los expolios se habían concentrado, sobre todo, en el sector argárico, pero el fortín ibérico del Balumba también ha sufrido diversas incursiones de clandestinos que, junto a la pérdida de sedimento por la erosión natural, son las principales causas de la degradación del sitio. Además, aunque la cantera de la Fontanilla destruyó parte del yacimiento, en el momento de su declaración como BIC, en 1993, ya se encontraba cerrada y sus vertidos, paralizados. En 2018 y 2019, el sitio volvió a ser investigado de forma oficial por la asociación Patrimonio Santomera, realizándose una serie de prospecciones con el fin de evaluar su situación actual y su caracterización histórico-arqueológica. Tras estos estudios preliminares, se emprendieron dos nuevas campañas de excavación en 2020 y 2021 que fueron dirigidas por el Dr. José Ángel Ocharan. Las excavaciones se centraron en la cima del cerro, donde apareció una estructura turriforme, y en la ladera occidental bajo el poblado, con la excavación de una cavidad con posible función ritual. En 2022, el Ayuntamiento de Santomera y la asociación Patrimonio Santomera realizaron una nueva intervención de urgencia para la excavación de varias sepulturas, hallazgos que completan el conocimiento que hasta el momento se tenía sobre los íberos del Balumba. Estas nuevas intervenciones llevadas a cabo en los últimos años se realizan dentro del proyecto de musealización y puesta en valor del yacimiento, trabajos que tienen como objetivo la apertura del sitio a las visitas, así como la conservación de los restos visibles.

La torre del Balumba se sitúa en el punto más alto del cerro y presenta una planta cuadrada con medidas de 8,25 x 8,25 metros. No es posible conocer su altura, si bien conservamos un zócalo máximo de 1,5 metros, al que habría que sumar el alzado. El alzado de la torre dispondría sobre el zócalo de piedra un paramento de adobe cuyos restos se han observado durante la excavación. Asimismo, es muy probable que los adobes fueran enlucidos de cal. El interior de la torre está dividido por muros de riostra generando cuatro compartimentos. Estos muros interiores pudieran funcionar como tirantes para reforzar la estructura de la torre, siendo los espacios generados inhábiles. Los muros exteriores parecen corresponder a un mismo momento constructivo, conformados por un doble paramento, a base de piedras de gran grosor trabadas con barro y careados al exterior e interior. Estos paramentos son rellenados de piedras sueltas de diferentes tamaños, ripio y una mezcla de cal y barro apisonado. La cronología aportada por el material cerámico localizado en la torre apunta a su posible destrucción en los momentos finales del siglo III a. C., lo que incluiría la torre y el yacimiento en el contexto de la segunda guerra púnica. El estrato de ceniza que indica su destrucción y la fecha conocida de la caída de Qart Hadasht en el 209 a. C. hace muy plausible que el momento de abandono del poblado del Balumba rondara estas fechas, al pertenecer este poblado al ámbito de influencia cartaginés.

Santuario de la cueva de las Brujas

Por su parte, la excavación realizada en la cavidad occidental, llamada cueva de las Brujas, ha revelado una considerable potencia sedimentaria, así como la existencia de diferentes fases de uso. Presenta una entrada de 4 metros de alto por 7 de ancho, un desarrollo de 6 metros y una profundidad desde el suelo actual exterior de unos 3 metros. Tanto en el interior como en el exterior de la cavidad, destaca la presencia de numerosos restos de cerámica ibérica fracturada, destacando los vasos caliciformes, elementos cerámicos de uso ritual en época íbera. Además, se han hallado varios restos de plomo que aluden a un uso como lugar de trabajo metalúrgico. Entre los elementos metálicos cabe destacar el hallazgo de un sello o botón de bronce con una esvástica levógira en altorrelieve, y un cuenco de plomo que se encontró cerca de la boca de la cueva bajo un molino barquiforme. También ha aparecido una fusayola de terracota, pesa de telar que habitualmente aparece en contextos cultuales o funerarios. La conjunción y características de los restos procedentes de la cueva de las Brujas, así como las de la propia cavidad, sugieren una interpretación del sitio como una “cueva santuario”, una tipología de lugar de culto habitual en el mundo ibérico.

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