Introducción
En la zona del Campo de la Matanza se conservan una serie de aljibes tradicionales, testigos de una época en la que el hombre vivía en consonancia con los recursos naturales a su alcance y que tras la llegada del agua del Taibilla se fueron abandonando. Veremos los elementos de estos aljibes, sus tipologías y analizaremos uno a uno los que todavía persisten al paso de los años.
En el año 2018, desde la asociación Patrimonio Santomera solicitamos un permiso de prospección para el término municipal de Santomera con el fin de buscar y documentar bienes etnográficos y arqueológicos. En esta primera prospección se planteó examinar las zonas de monte del municipio y áreas cercanas. En nuestro itinerario por la ladera norte de la Sierra de Orihuela, con las indicaciones de Blas Rubio, cronista oficial de Santomera, descubrimos un valioso patrimonio etnográfico testigo de una época en la que el hombre vivía en equilibrio con la naturaleza, recogiendo y guardando un recurso fundamental, como es el agua, para poder subsistir en los periodos de sequía, Nos referimos a los aljibes tradicionales que han pervivido en esta zona a pesar de que la mayoría en la actualidad no están en uso.
A raíz de esta prospección, comenzamos un estudio más exhaustivo de estos aljibes utilizando las fuentes orales a nuestro alcance, como son los testimonios de los propietarios que pudimos localizar. Estos nos contaron datos importantes sobre cronología, construcción, mantenimiento y otras anécdotas interesantes. En algunos casos, nos aportaron incluso documentos originales, como escrituras, donde figuraban los aljibes. Completamos la investigación con documentación bibliográfica que nos ayudó a entender el origen de estas estructuras, sus sistemas constructivos, tipologías, etc. Con todo ello, hemos elaborado este estudio acerca de los aljibes del Campo de la Matanza.
El almacenamiento de agua
El término aljibe proviene del árabe hispano alǧúbb, y este, a su vez, del árabe clásico ǧubb, cuyo significado es cisterna, pozo, fosa o depósito subterráneo de agua (Real Academia Española, 2021). Podemos distinguir entre cisterna y pozo. La cisterna es un depósito para almacenar agua de lluvia o procedente de un río o manantial. También se conoce por el arabismo aljibe a las cisternas subterráneas. Un pozo es un agujero, excavación o túnel vertical que perfora la tierra, hasta una profundidad suficiente para alcanzar lo que se busca, en este caso la reserva de agua subterránea de una capa freática.
Los sistemas de acopio de agua en las tierras del sureste ibérico tienen sus inicios ya en época prehistórica. En las recientes excavaciones arqueológicas del poblado argárico de la Bastida de Totana, el equipo de la Universidad Autónoma de Barcelona, dirigido por Vicente Lull, Rafael Micó, Cristina Rihuete y Roberto Risch, ha documentado una balsa que se remonta al II milenio antes de nuestra era. Construida en un lugar en el que la pendiente del cerro no era tan acusada, ocupa una superficie de 445 m2, en una primera estimación, habría tenido una capacidad de 320 m3, e impermeabilizado el suelo con aportes de arcilla.
En los territorios del Imperio romano donde el clima era semiárido, como en la Península Ibérica o la Península Itálica, aparecen vestigios de construcciones de esta naturaleza; por un lado, grandes cisternas para el abastecimiento urbano (cisterna de Mérida) y, por otro, la práctica totalidad de las casas romanas de cierta entidad tenían una o dos cisternas domésticas, como el aljibe descubierto en la villa romana de Villaricos (Mula). Los árabes traen consigo a la Península Ibérica la sabiduría y experiencia de su tierra de origen en el modo de almacenar y suministrar tan escaso bien de forma eficiente, tanto como servicio comunitario, como en espacios de recreo, jardines, fuentes, etc. Es por ello que los restos más abundantes pertenecen al periodo islámico, donde, al igual que en época romana, hay que distinguir entre construcciones públicas y de uso doméstico. En las casas hispanomusulmanas de considerable entidad, los aljibes se construyen en los patios interiores, abastecidos por medio de estanques o albercas. En los patios de armas o en los muros de las torres de las fortalezas musulmanas tampoco faltan estos sistemas de abastecimiento de agua, imprescindibles en caso de asedio. Ejemplos de éstos los tenemos en el Castillo de Tabala y el del Verdolay.
El agua ha tenido y tiene una enorme relevancia como uno de los principales recursos vitales para la sostenibilidad de las poblaciones, de la agricultura, ganadería y otras actividades humanas. En el dominio mediterráneo del Sureste peninsular, la falta de recursos hídricos a causa de un clima mediterráneo seco con escasez de lluvias a lo largo del año, ha obligado a sus gentes a aprovechar al máximo cualquier volumen proveniente tanto de caudales de fuentes y manantiales como los derivados de las lluvias torrenciales, concentradas normalmente en primavera y otoño. Entre los diversos procedimientos de captación, almacenamiento y uso, destacan los aljibes y cisternas.
Tradicionalmente, los aljibes de pueblos y aldeas se hallaban situados en el patio interior de la casa o adosados a la misma. El agua de lluvia era recogida de tejados y terrazas mediante canales y tuberías que la conducían al aljibe. Por el contrario, en las casas aisladas de campo, cuya principal actividad era agrícola y ganadera, el sistema de recogida y conducción del agua era distinto, los aljibes eran de tamaño mayor, solían estar cuidadosamente impermeabilizados y cubiertos por cúpulas o bóvedas. El agua llegaba a estos depósitos a través de surcos o regueras abiertas en el suelo, aprovechando las escorrentías de las laderas montañosas. Esta agua transportaba sedimentos por la erosión de las pendientes y de los cauces por donde discurría, por lo que estos aljibes contaban con una poza de decantación que filtraba estas impurezas antes de que el agua llegara al aljibe para su consumo. La gran capacidad de estos depósitos permitía abastecer a personas y ganado durante los largos periodos de sequía.
Elementos fundamentales de un aljibe
BOQUERAS, AGÜERAS Y ACEQUIAS
La zona para erigir el aljibe se elegía siempre en el lugar de confluencia de las aguas de escorrentía. Al pie de estas laderas se excavaba, transversalmente a la vertiente general de la pendiente, una agüera, boquera o acequia donde se recogían dichas aguas y se prolongaba hasta el aljibe. La agüera podía tener desde varios cientos de metros hasta algunos kilómetros en aljibes de mayores dimensiones y se debía mantener limpia, sin obstáculos que impidieran el paso del agua; para ello se aprovechaba la época de sequía estival, en la que se realizaban las tareas de monda y limpieza. En otras ocasiones, el agua que llegaba hasta los aljibes procedía de una boquera de riego próxima o de la que circulaba por caminos de tierra en los que se construía un pequeño caballón que retenía el agua y en cuyo extremo, un pequeño canal, conducía el agua hasta el aljibe (figura 1).
DECANTADOR
Los aljibes solían tener un depósito previo o balseta antes de que las aguas penetraran en él, cuya misión era la decantación de la carga, tanto de arrastre como en suspensión, que transporta el agua. Su base se situaba a un nivel inferior al del orificio de entrada de aguas al aljibe, con un boquete que se podía cerrar con un tapón que solía estar hecho por un taco grueso de madera envuelto en un trozo de saco de yute. Esta balseta podía tener dos compartimentos: uno para recibir el agua y que, al estar lleno, pasaría al segundo, que evitaría que se desbordara el primero y que contendría “chinas”, “chinarro” o plantas como aliagas o cardos para filtrar el agua.
VASO DEL ALJIBE
La arquitectura popular suele ser muy conservadora; evitando las innovaciones inciertas, imitan lo que han aprendido de sus mayores y les ha sido útil para una economía de subsistencia. Es por ello que la mayoría de estas construcciones son de un solo ámbito, cuadrado, rectangular o circular, cubiertos con estructuras simples y de volumen reducido. En primer lugar, se excavaba la caja en un terreno estable. Los materiales solían ser de la zona circundante, normalmente calizas, tierra, agua y madera. Las paredes, a base de mampuestos colocados por hiladas más o menos horizontales, se cubrían con abundante argamasa en sus juntas, con el fin de que no quedaran huecos por los que se filtrara el agua cuando el aljibe estuviera completo. La tarea más compleja era el cierre superior mediante cúpula o bóveda: se realizaba colocando en posición radial lo mampuestos más planos, previamente elegidos o levemente trabajados, para buscar unos rústicos planos de asiento, con argamasa en las juntas. Para dotar al aljibe de un revestimiento interior impermeable, se enlucía con una mezcla fina de pasta de cal con arena fina o tierra tamizada a la que se añadía aceite de oliva. Otras veces, se empleaba tierra ferruginosa o polvo de ladrillos, fácilmente detectables por el color rojizo de los revestimientos interiores. La impermeabilización exterior se conseguía mediante revocos de cal. Finalmente, se construía el brocal, el pozo de decantación «con sus tablachos y partidores, su conexión de vertido interno, y la preparación del entrono, excavando levemente el suelo para hacer la “cuneta” de recogida de las aguas de arrastre, para llevarlas hasta la caja, que normalmente era abierta con el fin de controlar fácilmente si los materiales decantados obstruían o no el conducto de llenado y facilitar su limpieza» (González Blanco, López Bermúdez y Vera Botí, 2007, pág. 465).
Los sistemas de cubrición de la mayoría de los aljibes eran la bóveda de cañón y la cúpula (figura 2). La bóveda de cañón se solía utilizar cuando la caja era cuadrangular o rectangular y la cúpula en aljibes de planta circular. En ambos casos, si los aljibes se encontraban dentro de un recinto para el uso familiar, la cúpula o bóveda quedaba soterrada para no entorpecer en la vida cotidiana y, por el contrario, si el aljibe se encontraba en campo abierto, las cubriciones sobresalían en medio del territorio, abaratándose de esta forma los costes y sirviendo de referencia fácil para su localización.
Junto a los aljibes aparecen diversos tipos de recipientes: piletas para el lavado de los utensilios caseros, pilas para lavar de la ropa, y, casi siempre, abrevaderos para el ganado, ya sean de obra de fábrica o de madera.
EL BROCAL
El brocal es la zona más visible e indicativa de la presencia de un aljibe; su forma convencional, habitualmente, ha sido la cuadrada, cubierta con un tejadillo a cuatro o a dos aguas, con independencia de que interiormente el cuello fuera con esa misma forma o cilíndrico. Excepcionalmente, podemos encontrar algún ejemplo de brocal redondo o hexagonal. En los cubrimientos a dos aguas, se suele utilizar teja de tipo árabe o plana en las vertientes y árabe en el vértice. En los de vertientes a cuatro aguas o en forma de cúpula, el acabado final es el de mortero de argamasa refinado. En el interior de estas casetas se sitúa un travesaño del que pende una cuerda y en uno de cuyos extremos se sujeta el cubo, tradicionalmente de madera y luego sustituido por otros metálicos; en ocasiones, se coloca también una polea para facilitar la extracción del agua. Algunas casetas disponen también en su interior de una especie de pila con un orificio de salida al exterior, que, habitualmente, descarga en un pequeño recipiente o abrevadero.
Tipología
Siguiendo la tipología establecida por González Blanco, López Bermúdez y Vera Boti en su artículo ‘Los aljibes en la historia de la cultura: la realización en el Campo de Cartagena’ (2007), podemos encontrar:
ALJIBES EN DESCAMPADO
Este tipo de aljibes han estado tradicionalmente vinculados a rutas y caminos pastorales, para abastecer a ganados y pastores. Casi siempre son de cubierta peraltada sobresaliente al exterior y de vaso rectangular o cuadrado, con bóveda de cañón. Dentro de estos, se encuentran dos subvariantes derivadas de la posición del brocal: con él en los lados más pequeños del paralelepípedo o en los lados mayores. También se definen otras dos subvariantes: con el brocal insertado en el perímetro o con el brocal sobre el ápice de la cúpula; en este último caso, al quedar la boca de extracción por encima de la rasante del terreno circundante, era preciso acceder mediante la subida de algunos peldaños.
ALJIBES DENTRO DE ÁREAS CON EDIFICACIÓN
Predominan los aljibes enterrados en forma de botella, cuya única parte visible es el cuello prolongado en el brocal. Dentro de estos, encontramos las siguientes tipologías: tipo jerra o jarra, tipo xeringa, tipo bassa o balsa y tipo cúpula semiesférica (figura 3).
Los aljibes del Campo de la Matanza
La Matanza es una de los tres núcleos de población, que, junto a El Siscar y Santomera, forman el municipio, cuya capitalidad está ubicada en esta última localidad. Madoz, en su Diccionario Enciclopédico, refiriéndose al Campo de la Matanza de Orihuela, indica que «el terreno no tiene otro riego que el de las vertientes de la mencionada sierra: sus pastos son abundantes cuando acuden las lluvias, si bien los ganados han desaparecido completamente por la sequedad que reina». Descripción que, sin duda, se puede aplicar a la zona que nos ocupa. Situada La Matanza en el norte del término municipal y limitada al sur por la Sierra de Orihuela, existía una gran diferencia con los espacios regados de la zona de Santomera, más cercana al cauce de las aguas permanentes del río Segura y a un entramado que incorpora el drenaje y reutilización, el riego con aguas vivas de acequias y aguas muertas de meranchos y azarbes, lo que se aseguraba cosechas abundantes en contraposición a la zona de secano septentrional del municipio, cuya geología se asemeja a las zonas subdesérticas colindantes de la cuenca del río Chícamo y de Fortuna.
Paco Cánovas, el que fuera cronista oficial de Santomera, en sus ‘Relatos sobre los campos de la Matanza’, señala que La Matanza, en sus orígenes, pertenecía al Concejo de Murcia, el cual arrendaba las tierras de esta zona a quien lo solicitaba por tiempo indeterminado, sin que pudieran transferirse los derechos de cesión y si el cedatario dejaba de cultivar la tierra perdía dichos derechos. Lo normal era que las tierras fueran cedidas a grandes señores y que las cultivaran los labradores dependientes de estos, aunque también se cedieron derechos a pequeños propietarios. El concejo murciano ayudaba a los colonos cuidando algunas balsas que surtían agua a los labradores y sus ganados; de ello tenemos referencia escrita: «…los rectores concejiles ordenan se efectúen obras para acondicionamiento y mejora en la balsa de encima de la Cabeza del Trigo, a la parte de Santomera…» (AMM, acta de 22 de octubre de 1465).
Durante el Trienio Liberal (1820-1823) se crearon los pequeños ayuntamientos constitucionales en la Huerta de Murcia; entre ellos, el de Santomera, entrando a formar parte La Matanza del «término Jurisdiccional de Santomera» (Madoz Ibáñez, 1806-1870, pág. 297).
En el siglo XVIII, el poblamiento de La Matanza habría sido lento y difícil, indica Paco Cánovas; sin embargo, la población aumentará considerablemente en el último cuarto del siglo XIX. En los censos de 1879 aparecen 58 labradores con 298 almas, el doble que treinta años antes. En esa época tenían fincas en La Matanza el vizconde de Huertas y las familias Santaló y Tejada. «Este incremento se debió al asentamiento de 21 familias procedentes de Fortuna (7), Santomera (5), El Esparragal (4), Orihuela (2), Abanilla (1), Beniel (1) y Espinardo (1), todas ellas con bastantes hijos» (Cánovas Candel, 2012, pág. 30). El aumento de población y de la superficie cultivada durante el siglo XIX se produce fruto del conjunto de reformas adoptado por la revolución burguesa de 1836. Los decretos promulgados entre 1836 y 1842 sobre la abolición de los señoríos, la supresión de los bienes de manos muertas y los mayorazgos, hicieron posible la venta masiva de tierras hasta el momento sin cultivar, lo que provocará la ampliación de la superficie cultivada. Al mismo tiempo, la instalación de artefactos elevatorios en las huertas, la excavación de pozos y el alumbramiento de fuentes en los secanos provocará una mejora de los rendimientos y un avance del regadío sobre el secano. Ello lleva al proceso de sustitución de cultivos, buscando, en el caso de las áreas de secano, una mejor adaptación a las características climáticas y de los suelos. Paralelamente, se produce un desarrollo de la arboricultura (olivos, almendros, higueras, algarrobos) «cuya presencia se detecta en todos los contratos agrarios en los que se verifican descripciones de fincas: arrendamientos, compraventas, etc.» (Pérez Picazo, 1989, pág. 35). Este crecimiento de la población y de las áreas cultivadas se traduce en el Campo de la Matanza en un aumento de la superficie de olivares y que en el último cuarto del siglo XIX surjan en esta zona cuatro almazaras: Los Solís, entre el Cabezo del Águila y la autovía a la altura del Km. 751; Tejada, en la finca de D. Jesús Sáenz de Tejada, cerca del Cabezo Gordo; Lo Marqués, situada en término “del Reino”, muy próxima; y Santaló, la que permaneció más tiempo activa, ubicada cerca de la ermita, de cuya antigua propietaria, la Sra. Condesa de la Vega del Pozo, pasó al Tío Diego Pérez y, de este a su hijo, Diego Pérez Hernández, hasta su desaparición en la década de los años 60» (Cánovas Candel, 2002, pág. 26).
A mediados del siglo XX, la población de la Región de Murcia, en continuo aumento, era mayor que los recursos hídricos propios para abastecerla; se tuvo que acudir entonces a la transferencia de recursos desde otras cuencas excedentarias, poniéndose a finales de los 70 en funcionamiento el trasvase Tajo-Segura. El suministro a la población se realizará mediante la red de abastecimiento de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla. La demanda agrícola de recursos superficiales se satisface a través de los canales del postrasvase Tajo-Segura, que parten desde el azud de Ojós. Por la margen izquierda, una impulsión de 171 metros abastece a la zona II de las vegas Alta y Media del Segura (Abarán y Blanca) y, por gravedad, otro canal lleva las aguas a un partidor en La Matanza de Fortuna (Atlas Global de la Región de Murcia, 2007). Los aljibes que hemos documentado en la zona, según las fuentes orales, pertenecen a épocas anteriores a los 70, momento a partir del cual irán abandonándose poco a poco.
Aljibes del barrio de los Zancas
1. ALJIBE COMUNAL DE LOS ZANCAS
En las tierras de secano, junto a los caseríos solitarios suele aparecer siempre la figura del aljibe comunitario para el uso y disfrute del agua por parte de un grupo de vecinos. Situado en la parte alta del barrio de los Zancas, denominado así porque la gente que vino a poblarlo era muy alta y daban pasos o “zancadas” muy grandes, según Félix Gomáriz, del barrio vecino de los Cosasbuenas, nos encontramos un aljibe de planta rectangular orientado de norte a sur y cubierto con bóveda de cañón, que arranca del nivel natural del suelo, el cual presenta un cierto declive desde la zona más próxima a la Sierra de Orihuela para aprovechar al máximo el agua almacenada. Realizado en mampostería con mortero de argamasa, el brocal, a modo de capilla de base cuadrada y rematado con una pequeña cúpula, se encuentra situado en el centro de los lados mayores del paralelepípedo en una zona elevada a la que se accede por un camino realizado sobre la bóveda (figura 4).
La boquera o canal de captación del agua se encuentra bajo la calle común a las casas donde se encuentra situado el aljibe, orientada de norte a sur para recoger las aguas de escorrentía de la Sierra de Orihuela, va a parar a un pozo de decantación que podemos ver a través de una rejilla. En el lado menor de la bóveda, en su parte norte, se sitúa otra abertura o vano, a modo de puerta con arco de medio punto que da otro acceso al aljibe.
Conocemos la cronología de este aljibe a través de la escritura que conserva Pascual Moreno Riquelme, uno de los propietarios, en la que se lee: «Esta finca total, de donde se ha hecho el anterior recorte, por cuya finca total pasa el agua de la avenida para el aljibe, la compró, como otras, Don Francisco Bernal Fernández a Don Francisco Muñoz y Sánchez, en escritura otorgada en esta ciudad de Murcia a ocho de febrero de mil ochocientos noventa y cuatro…». El aljibe, pues, se construyó con anterioridad a esa fecha. Según Pascual Moreno Riquelme, con la llegada del agua del Taibilla a la zona, el agua del aljibe solo se usaba para dar de beber agua a los cerdos de la granja cercana, lo que acarreó el abandono de las prácticas de conservación del mismo y que en los años 1975-76 se resquebrajara y dejara de usarse definitivamente. Está, por tanto, bastante deteriorado, tanto interior como exteriormente; ha perdido prácticamente todo el enlucido exterior y presenta derrumbes de parte de las rocas que lo conforman.
2. ALJIBE DE LA JOSEFA
Aljibe dentro de un área de edificación, enterrado en forma de botella, cuya única parte visible es el cuello prolongado en el brocal a modo de caseta de base cuadrada con una portezuela, y con cubierta a cuatro aguas (figura 5).
Realizado la mayor parte en mampostería con mortero de argamasa. La cubierta interior de la caseta ha perdido el revestimiento y deja al descubierto unos travesaños de madera que conforman la cúpula. Al exterior, sin embargo, se ha utilizado un elemento constructivo más reciente, como es el ladrillo con mortero de argamasa refinado para el acabado final. En el interior de esta caseta, de uno de los travesaños pende una cuerda en cuyo extremo en un tiempo atrás se sujetaría un cubo para la extracción del agua. En uno de los laterales podemos ver también una especie de pila con un orificio de salida al exterior, que, habitualmente, descargaría en un pequeño recipiente o en un abrevadero que ahora no existe, de forma que el, cubo una vez lleno, se vaciara en la misma y se procede así más rápidamente al llenado de estos elementos anexos (figura 6).
La zona de captación del agua se produce desde una acequia cercana, entrando el agua en el aljibe a través de unos agujeros realizados en su interior. El estado de conservación no es muy bueno, ya que, como en la mayoría de los casos, se han dejado de realizar las reparaciones necesarias para su uso tras la llegada del agua corriente a las casas que lo utilizaban. La cubierta exterior presenta varias grietas profundas y parte de ella está ligeramente hundida. El enlucido, tanto interior como exterior, se conserva prácticamente todo. Este aljibe fue construido, como otros de la zona, probablemente en los años 50 del siglo XX.
3. ALJIBE A LA ENTRADA DEL BARRIO DE LOS ZANCAS
Aljibe típico de las casas de núcleos de población rural más reciente. Se supone que la parte enterrada (no hemos tenido acceso a ver su interior) es en forma de jarra o de xeringa o pozo, cuya parte visible es un brocal a media altura de forma cúbica, construido en ladrillo enlucido de yeso, con una tapa metálica para evitar la contaminación del agua por la entrada de elementos externos. Remata el brocal una estructura de forja de hierro que sirve de ornato y, al mismo tiempo, para situar la polea en la que se enrolla una cadena metálica en cuyo extremo se sujeta un cubo también metálico (figura 7).
El aljibe está exento en la parte sur de una finca vallada, asociado a una vivienda relativamente nueva, pero que imaginamos, en otro tiempo, no muy lejano (un vecino nos apunta que el aljibe puede tener unos cincuenta y tantos años), fue casa de labor y, lo más probable, sin agua corriente, lo que llevaría a la construcción del mismo. El aljibe pertenece a Dolores Lorente, apodada ‘Zancas’, y ya no está en uso porque, según nos informa el marido de la propietaria, una riada procedente de una plantación de limoneros cercana lo contaminó con los nitratos que arrastraba el agua, aunque exteriormente está bien cuidado. Parece que se nutriría de la recogida de aguas de lluvia circulantes por la ladera de la Sierra de Orihuela que bajan hasta el mismo a través de un tubo situado dentro de una canal a lo que parece ser un pozo de decantación cubierto por una obra de cemento.
4. ALJIBE CON PUERTA DE MADERA Y ESTRELLA
Aljibe enterrado en forma de botella, cuya única parte visible es el cuello prolongado en el brocal, a modo de caseta de base cuadrada, con una portezuela de madera abierta hacia el este, decorada con una especie de estrella de puntas redondeadas que serviría como respiradero, muy típicas en las puertas de los aljibes de los años 50 y 60 del siglo XX (figura 8). Realizado con obra de ladrillo y enlucido de cemento, cubierta a cuatro aguas de teja de tipo árabe en todo el conjunto.
El aljibe está adosado a una granja en su vertiente norte, probablemente asociado a las labores ganaderas. En la base de esa misma cara, que linda con la granja, se pueden ver los restos de una canal de cemento con un tablacho del mismo material que cierra o abre el acceso del agua al aljibe. Pensamos que esta canal captaría las aguas que bajan del camino próximo, que desciende desde la cara norte de la cercana Sierra de Orihuela. El estado de conservación exterior es bueno; se nota que se ha estado utilizando hasta hace algunos años, quizás para dar de beber a los animales, aunque actualmente parece en desuso y se están deteriorando el enlucido de cemento en algunas zonas y la madera de la puerta.
Aljibes del barrio de los Cosasbuenas
1. ALJIBE DE FÉLIX GOMÁRIZ
Aljibe dentro de un área de edificación, enterrado en forma de botella, cuya única parte visible es el cuello prolongado en un brocal a modo de caseta octogonal, con una portezuela que abre al oeste, cerrada con una rejilla metálica y cubierta en forma de cúpula, unida al resto del brocal por una hilada de ladrillos que sirven al mismo tiempo de ornato a la edificación. El sistema de construcción de la cúpula es a base de travesaños de troncos de madera y la aproximación de hiladas de piedras. Conserva la polea de la que pende una cuerda y cubo metálico para la extracción del agua (figura 9).
Su dueño es Félix Gomáriz Gil, cuyo padre, Inocencio Gomáriz Martínez, construyó en los años 50 del siglo XX la mayoría de aljibes de este barrio, denominado así porque el fundador del mismo, su abuelo, era «muy buena gente», «daba de comer a todo el que se lo pedía», sobre todo pastores que pasaban por la zona. Los aljibes construidos por Inocencio Gomáriz son completamente distintos;. Para este, adopta una solución intermedia entre el brocal cuadrado y el circular; así, realiza un brocal cuadrado con las esquinas achaflanadas, dando la impresión de ocho lados. Félix nos informa también acerca de la profundidad del aljibe: 9 metros de profundidad y del diámetro de la base, 7 metros. El aljibe está realizado la mayor parte en piedra y argamasa, enlucido con yeso. En la cara oeste del brocal se encuentra la canal por donde vienen las aguas, captadas del camino cercano que baja de la Sierra de Orihuela y que van a parar a un pozo de decantación junto al camino tapado en la actualidad para evitar accidentes. Su estado de conservación es bastante bueno, aunque parece que no está en uso, denota que se ha ido remozando y no presenta grietas exteriores ni caídas de partes del mismo.
Junto al aljibe se puede ver un círculo de cemento limitado por ladrillos y con una tapa metálica, que Félix nos cuenta que son los restos de un antiguo aljibe de bóveda (figura 10). Cercano a este, se conserva una pila de piedra utilizada en otro tiempo para el lavado de la ropa.
2. ALJIBE CIRCULAR
Cercano al aljibe octogonal, está este circular, también asociado a un área de edificación, enterrado en forma de botella, cuya única parte visible es el cuello prolongado en un brocal a modo de caseta de forma circular (figura 11). Según Félix Gomáriz, este aljibe también lo construyó su padre en 1950, en mampostería con mortero de argamasa revocada con cal y cubierta en forma de cúpula, realizada mediante la colocación de travesaños de troncos de madera y la aproximación de hiladas de piedras, y unida a el resto del brocal por una hilada de ladrillos, al igual que el aljibe octogonal también realizado por Inocencio Gomáriz.
El brocal, que abre hacia el oeste, carece de portezuela; solo conserva el marco de madera. En su interior se puede ver todavía un travesaño de madera donde se sitúa una polea de la que pende una cuerda, pero sin el correspondiente cubo para la extracción del agua. La agüera o canal que conduce el agua al aljibe se encuentra en la vertiente norte del mismo y captaría las aguas de las laderas de la Sierra de Orihuela, como los estudiados hasta el momento. El aljibe denota un abandono de las prácticas de conservación, lo que se traduce en una pérdida del enlucido interior, aunque no del exterior, que se mantiene bastante bien.
3. ALJIBE DE CARLICOS
En la parte más alta, cercano ya a las laderas de la sierra, encontramos este aljibe, construido también por Inocencio Gomáriz en los años 50 del siglo XX,que conserva la mayoría de los elementos fundamentales de los aljibes. Se trata de un aljibe enterrado en forma de botella, cuya única parte visible es el cuello prolongado en un brocal a modo de caseta de forma circular, con cúpula circular, pero más peraltada que en el otro aljibe circular del mismo barrio (figura 12).
Durante nuestra visita a este aljibe, tenemos la suerte de encontrar allí al nieto de Carlicos, que nos abre la puerta para examinar el interior del brocal y nos aporta información valiosa sobre el mismo. Nos explica cómo, anteriormente, una agüera o canal recogía las aguas de escorrentía de la Sierra de Orihuela, atravesando los diversos bancales plantados con los típicos cultivos de secano, como el olivo o el almendro, pero tras la transformación sufrida con la llegada del agua del trasvase Tajo-Segura hacia plantaciones más propias del regadío, como son los limoneros, dicha canal ha tenido que ser sustituida por una tubería soterrada bajo los huertos de limoneros para evitar la nitrificación del agua en su descenso hacia el aljibe. La canal o agüera va a parar a un pozo de decantación de forma rectangular construido, al igual que el brocal, a base de piedras y argamasa. Desde el pozo de decantación, el agua llega al aljibe a través de otra canal de corta longitud. En su parte trasera, el brocal tiene un tablacho que se puede abrir en caso que el aljibe esté completo y necesite expulsar parte de su contenido (figura 13).
El brocal, que abre al poniente, conserva el marco de madera y una portezuela de rejilla metálica. En su interior podemos apreciar que Inocencio Gomáriz, al igual que en el resto que construye en la zona, elabora la cúpula mediante la colocación de travesaños de troncos de madera y la aproximación de hiladas de piedras. En el centro de la cúpula se sitúa el madero que sostiene la polea con la cuerda y el cubo metálico para la extracción del agua, que en la actualidad todavía está en buenas condiciones y calma la sed de sus propietarios. En la parte izquierda se aprecia una pileta de piedra que puede utilizarse para apoyar el cubo o verter agua directamente en la misma, que en otro tiempo serviría para el lavado de los utensilios caseros (figura 14).
El aljibe se encuentra en buen estado de conservación; su propietario, ‘el Carlicos’, fallecido recientemente a la edad de casi cien años, y ahora su familia continúan con la difícil tarea de mantener el agua en unas condiciones mínimas de potabilidad. Dentro de la misma finca encontramos otro aljibe más moderno, tipo cisterna, con cubierta plana y brocal a media altura de forma cuadrada, realizado con una mezcla de materiales como son la piedra, el ladrillo y el cemento. De este aljibe, también en uso, el agua se extrae por medio de un grifo.
Aljibes del barrio de los Farinas
1. ALJIBE DE LUCILA
Aljibe perteneciente a Lucila Gomáriz, que, por sus características y por los datos aportados por su propietaria, podemos encuadrar dentro del conjunto de aljibes del S. XIX. En la fachada norte, hacia donde abre el brocal, está tallada en números romanos la fecha II-I-LXIX, que nos puede llevar a pensar que su construcción se produjo en 1969, pero el testimonio de Lucila nos indica que esa fecha debe pertenecer al siglo XIX, ya que ella en la actualidad cuenta con 94 años y el aljibe existía con anterioridad a su nacimiento, según le contaba su familia.
Se trata de un aljibe de planta longitudinal de un 6 metros, cubierto por una bóveda de medio cañón y orientado de norte a sur. La estructura está compuesta por piedras de mediano tamaño mampuestas y trabadas por un estuco de cal; en el interior del vaso se repite el revestimiento de los aljibes con arcilla roja impermeable. A diferencia de los otros, el aljibe de Lucila conserva casi intacto el revestimiento en su cúpula y cabecera (figura 15). En uno de los lados menores de la bóveda, destaca su original brocal de sección triangular en la fachada principal y circular en su parte trasera, rematando ambas estructuras con una cúpula. La puerta de acceso al brocal tiene una reja de protección a media altura y se pueden apreciar quicios donde habría algún elemento de sujeción. En su interior conserva una pileta de piedra con un orificio de salida al exterior que descarga en una pila o abrevadero de mayores dimensiones del mismo material, de forma que el cubo, una vez lleno, se vaciaría en la misma, procediendo así al llenado más rápido de estos elementos anexos. Podemos ver los restos de otra pila de piedra en la parte delantera del aljibe, cercana a la anterior.
En la parte trasera del aljibe se aprecian los restos del pozo de decantación, en la actualidad colmatado de tierra, vegetación y rocas, y de la canal de captación del agua desde la vecina Sierra de Orihuela (figura16).
El aljibe está ya tiempo en desuso y, por tanto, sin el mantenimiento necesario, por lo que presenta un enlucido deteriorado, aunque el estado de conservación en general no es malo, pues denota un buen sistema constructivo y un buen mantenimiento hasta que se produjo su abandono.
2. ALJIBE DE LO SOLÍS
En la finca Solís encontramos un ejemplo de subsistencia en el medio rural de hasta hace no muchos años, en el que una unidad de hábitat estaba compuesta por diversos elementos que identifican a un pueblo, como una vivienda, almazara, cueva artificial y aljibe, que permitían la vida de muchas familias cuya economía se basaba en un equilibrio entre el hombre y la naturaleza. La almazara necesitaba agua para la elaboración del aceite y para los jornaleros que hacían posible su funcionamiento. Así mismo para la vivienda y sus moradores, el agua era indispensable. En una época en la que había que subsistir con el agua caída del cielo, incluso en las estaciones más secas, era imprescindible, pues, tener la suficiente almacenada en un aljibe o cisterna de grandes dimensiones como la que vemos en esta finca.
El aljibe de planta circular dispone de los elementos arquetípicos de los aljibes del XIX. Está construido con piedra mampuesta trabada con estuco de cal, sus paredes se encuentran en buen estado y tan solo en algunas partes presenta el interior de los muros manteniendo el revestimiento original (figura 17). El vaso de almacenaje del agua, de tipo circular, al contrario que la mayoría de los aljibes de este tipo, no se cubre con una cúpula, sino que posee un techo a dos aguas que se compone interiormente de una estructura de madera, posiblemente original, y una cubierta de uralita añadida posteriormente. La entrada principal se encuentra orientada al noroeste con una pequeña reja de metal para evitar la caída de personas, aunque no en muy buen estado, y además dispone de varias ventanas por sus paredes. La parte superior de la estructura que no entra en contacto con el agua se encuentra enlucida con cal, mientras que el interior de la balsa posee el estuco impermeable de color rojo formado por una mezcla de cal y desgrasantes arcillosos. La balsa tendrá un diámetro de entre 4 y 5 metros, aproximadamente (figura 18).
Una canal de varios cientos de metros captaba las aguas de escorrentía del barranco Solís y las conducía directamente al pozo de decantación (hoy día está desviada para el riego de las plantaciones cercanas). El pozo de decantación, situado al este del aljibe, está elaborado con los mismos materiales que el vaso del aljibe e impermeabilizado con el mismo estuco; tiene un diámetro de 2,5 metros e idéntica profundidad, y se comunica con el aljibe a través de una canal que desemboca directamente en el vaso del aljibe. En su fachada principal dispone de uno de los elementos típicos en estos aljibes, como es una pila de 1,5 por 1 metros, aproximadamente, realizada con ladrillo y cemento para el uso cotidiano de otras actividades humanas, como el lavado de la ropa, abrevadero de animales, etc.
Aljibes en el paraje de los Ásperos
1. ALJIBE DE ANTONIO NICOLÁS, ‘EL PÚAS’
Si nos alejamos de la ladera norte de la Sierra de Orihuela, en la Hoya de los Ásperos, encontramos un aljibe con cúpula de casquete o semiesférica perteneciente a Antonio Nicolás, ‘el Púas’ Se trata de un aljibe en descampado asociado a una vivienda rural, con cúpula de casquete sobresaliente al exterior, en cuyo perímetro se inserta un brocal de planta cuadrada con cubierta a dos aguas de teja de tipo árabe (figura 19). El brocal, que abre al sur, tiene una portezuela de madera y, sobre el tímpano que se forma entre el tejado y el dintel de la puerta, nos señala la fecha de construcción del aljibe: 1952.
Junto al aljibe, en su flanco oeste, se encuentra el pozo de decantación, al que en la actualidad llega una tubería que atraviesa bajo tierra parte de la finca, hasta captar las aguas de escorrentía de las laderas de los Ásperos (figura 20). Realizado en mampostería con mortero de argamasa revocada con cal, el aljibe de Antonio ‘el Púas’ ha estado en funcionamiento hasta que recientemente su dueño ya no ha podido seguir ocupándose de su mantenimiento; es por ello que se encuentra en buen estado de conservación.
Conclusiones
La escasez de recursos hídricos ha potenciado que desde antiguo se hayan buscado en todo el sureste español sistemas para el aprovechamiento de un recurso vital como es el agua. El aljibe, depósito, cisterna o pozo, ha tenido a lo largo de la historia la función de cubrir esa necesidad universal de administrar y disponer de agua. En el Campo de la Matanza, con un tipo de hábitat rural disperso, asociado a una actividad agrícola de secano y ganadera, los caudales de las lluvias estacionales fueron hábilmente derivados, en su mayoría, desde las laderas de la cara norte de la Sierra de Orihuela hasta aljibes situados en sus diversos barrios. Aljibes que se construyeron con las técnicas tradicionales, sostenibles en el uso de la naturaleza y sus recursos, basadas en la sabiduría popular en la captación, almacenaje y uso del agua. Durante muchos años sus dueños han procurado que antes de cada lluvia las áreas de captación estuvieran en buen estado, sin obstáculos para el paso del agua, y que los depósitos no tuvieran sedimentos en el fondo, para que el agua se almacenara limpia, ni grietas para evitar pérdidas. Asimismo, han conservado el agua en unas mínimas condiciones de potabilidad. El agua estancada se corrompe fácilmente por la entrada de luz y las variaciones de temperatura que pueden fomentar el desarrollo de algas y la aparición de los llamados “gusarapos” o larvas de mosquito. Para ello, los brocales se debían mantener herméticamente cerrados y se añadía después de cada recarga del aljibe y en primavera o verano cal apagada.
Con la llegada del agua del Taibilla a la zona, se descuidaron todas estas prácticas de conservación de los aljibes y otros sistemas de captación de agua, por lo que en la actualidad la mayoría se hallan abandonados, deteriorados o incluso arruinados. El cambio climático no solo ha acentuado la sequía del sureste español, sino en general de todo el territorio peninsular, por lo que el uso del agua de lluvia para muchos fines en el hogar podría considerarse a la hora de enfrentar esta escasez pluviométrica. Actualmente, en el norte de Europa existen algunos países, como Alemania, donde se está subvencionando el aprovechamiento de la recogida de agua de lluvia en las viviendas para uso exclusivamente doméstico. Aunque los tiempos actuales no son los de nuestros ancestros y hay que tener especial cuidado con la forma en que se recoge el agua de lluvia, de modo que tome la menor cantidad de contaminantes posible. Sería un buen legado para las generaciones futuras poder transmitirles todos estos conocimientos adquiridos durante siglos como estrategia frente a la aridez y la sequía, lo que permitiría no depender totalmente del agua de otras zonas en las que también está escaseando.
Asociación Patrimonio Santomera
Bibliografía
- Real Academia Española. (22 de 11 de 2021). Diccionario de la Lengua. Obtenido de https://dle.rae.es.
- Atlas Global de la Región de Murcia. (2007). Murcia: La Verdad-CMM S.A.
- BOX AMORÓS, M. (1995). ‘Un aprovisionamiento tradicional de agua en el sureste ibérico: los aljibes’. Investigaciones Geográficas, 13, 91-106.
- CÁNOVAS CANDEL, F. (2002). ‘Santomera rodeada de olivares’. La Calle. Revista de información local de Santomera, 7, 26.
- CÁNOVAS CANDEL, F. (2012). ‘Relatos sobre los campos de la Matanza’. La Calle. Revista de información local de Santomera, 112, 30-31.
- GONZÁLEZ BLANCO, A., LÓPEZ BERMUDEZ, F., & VERA BOTÍ, A. (2007). ‘Los aljibes en la historia de la cultura: la realización en el Campo de Cartagena’. Revista Murciana de Antropología, 14, 441-478.
- ‘Los Villaricos. Villa romana’ (s.f). (17 de 11 de 2021). Obtenido de https://www.um.es/antiguedadycristianismo/villaricos/
- LULL, V., MICÓ, R., RIHUETE HERRADA, C., & RISCH, R. (2015). ‘La Bastida y Tira del Lienzo (Totana-Murcia)’. Murcia: Integral, Sociedad para el Desarrollo Rural.
- MADOZ IBAÑEZ, P. (1806-1870). Diccionario geográfico estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar, vol XI.
- MANZANO MARTÍNEZ, J. (1996). ‘Fortificaciones islámicas en la huerta de Murcia: sector meridional. Memoria de las actuaciones realizadas’. Memorias de Arqueología, 426-471.
- PÉREZ PICAZO, M. (1989). ‘La Región Murciana en las décadas centrales del siglo XIX. Aspectos socio-económicos’. En Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Murcia: Comunidad Autónoma de la Región de Murcia.
- RUIZ ALEMÁN, J., & MORALES GIL, A. (1971). ‘Creación de los Ayuntamientos Constitucionales en la Huerta de Murcia en 1820’. Murgetana, 37, 29-46.